Los pelos de la mula

Nota publicada el 1 de abril de 2001
por Elizabeth Vargas

Hace varios años, siendo entonces Director de Bienestar Social Manuel Grijalva Reyes, me advirtió que los enfermos mentales pertenecen a una parte de la sociedad a la que nadie quiere, yo entonces realizaba un reportaje sobre las enfermedades mentales y su impacto en la sociedad.

Señalaba entonces con la seguridad que da conocer de lo que se habla, que los seres humanos nos enternecemos con un bebé, con un niño e incluso con un anciano y podríamos hacer algún acuerdo para asumir la responsabilidad de su cuidado, sin embargo nadie cuidará por voluntad a un loco.

La oración aquella me cimbró por su dureza pero con los años conocí su realidad, los enfermos mentales, alienados o locos son seres humanos de los que todos preferimos olvidarnos, a los que nadie ve y a los que preferimos evitar.

Lo grave de este hecho es que a la sociedad indiferente a los que Torcuato Luca de Tena llama Renglones Torcidos de Dios se suma otra indiferencia la oficial, la religiosa, la familiar a lo que es una realidad, cruda, fría y cruel.

Los enfermos mentales, son personas, seres humanos reales, que sienten, que enfrentan algún desequilibrio desconocido en un rincón de la mente, que al igual que el escarabajo de kafka en la metamorfosis siente el dolor de la putrefacción en sus alas, se saben seres humanos pero no saben que ya nadie los ve como humanos, porque dejaron de actuar como tales.

La indiferencia es total, para las familias que lo padecen, un enfermo mental es atado, amordazado, encadenado incluso para evitar que se haga daño, para evitar que él haga daño.

En Ensenada, aunque aparentemente el problema no existe, porque nadie los saca a pasear, los enfermos mentales son un problema latente que padecen en silencio cientos de familias que no tienen ningún lugar donde acudir para buscar apoyo.

Las instituciones oficiales han resuelto el problema de una manera práctica, recetas de ribotril o diazepam para mantener al enfermo aletargado, mientras logra determinar cual droga es la que lo tranquiliza porque posiblemente no exista ninguna que lo vuelva a la realidad.

Ningún Psiquiatra de una institución oficial, llámese IMSS, ISSSTE o ISSSTECALI admitirá que la frontera entre la esquizofrenia, la paranoia, la psicosis, la distimia o la depresión es tan escasa y sin ninguna referencia física o química que permita definirla.

Ningún Psiquiatra de una institución oficial, tendrá el tiempo o la disposición de buscar una relación entre una enfermedad y un factor externo, no buscará la ausencia de hormonas, de litio o de cualquier otra cosa en el cerebro, actuará única y exclusivamente hasta donde los recursos oficiales lo establecen, no privilegiará su curiosidad de investigación, un loco no merece tal esfuerzo.

Los enfermos mentales entonces, deberán ser llevados a una celda de seguridad pública municipal como si ser loco fuera delito.

Los policías deberán actuar como psiquiatras y tener la compasión que los médicos y las familias no tienen.

Ninguna institución de beneficencia los recibirá, la más cercana está en Mexicali y está saturada.

Ninguna orden religiosa en el estado atiende enfermos mentales, los que lo hacen están en Jalisco.

Los enfermos mentales son reales, están allí en las calles, dentro de las casas, gritando en alguna habitación, rodeados de fantasmas que ellos solo ven.

En tanto, médicos, religiosos, familias, sociedad y gobierno, seguirán haciendo como que no están, como que no existen como que nunca han estado allí.

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