Los pelos de la mula y la impunidad.

Nota publicada el 2 de marzo de 2003
por Elizabeth Vargas

El sospechoso suicidio de Lino Portilla Cabanillas, Alias El Lino o El Güero Quintana, quien se colgó en el baño de la celda que ocupaba en un penal de Sinaloa anticipa el reinado de la impunidad en un sinnúmero de crímenes cometidos por este sujeto.

Hace mas de tres años cuando preparaba un reportaje sobre el aniversario de la Matanza de El Rodeo, efectué numerosas entrevistas, con autoridades, familiares de las víctimas, detenidos en torno al crimen, en donde el nombre de Lino Portilla salió a relucir al igual que el perfil criminal de este sujeto.

De él se había investigado a familiares en Tijuana y los rasgos que habían sido declarados a los agentes policiacos, hablaban de un sujeto sumamente, violento, en extremo peligroso y armado.

Era el brazo ejecutor de los Arellano Félix, oriundo de Badiranguato Sinaloa, Portilla era un hombre temido que sentó sus reales entre Sinaloa y Baja California, especialmente en Culiacán, la zona rural de Sinaloa en Tijuana y Ensenada.

Había, en las investigaciones policiacas, datos de los primeros asesinatos cometidos por este hombre y como fue incrementado cada vez mas la violencia de sus crímenes al extremo de ser el personaje central de dos matanzas ligadas al narcotráfico, en El limoncito de Cósala y en el Rodeo del Sauzal en Ensenada.

Aunque las autoridades de Sinaloa dicen que la muerte de Portilla fue un suicidio resulta extraño que un homicida en serie con las características de este sujeto, ligado al crimen organizado, haya muerto así nomás.

Resulta extremadamente sospechoso y sobre todo oportuno que se haya suicidado, cuando apenas hace unas semanas, para salvar el pellejo se enfrentó contra los policías de Sinaloa, lo que indica que lo que menos quería era morirse.

Resulta extremadamente sospechoso, que a pesar de saber las autoridades sinaloenses el criminal que tenían tras las rejas, no hayan apelado a la incompetencia ni la PGR haya ejercido la facultad de atracción pese a los delitos de que se le acusaban.

Pero Lino Portilla, sabía demasiado, cuales son los mecanismos que mueven a discrecionalidad los hilos del narcotráfico en el noroeste del país, en donde están las componendas, los arreglos, los contactos que han permitido crecer de tal modo la maldad que apareja este delito.

Sabía quienes son los asesinos intelectuales y posiblemente, seguramente en donde están.

La fuerza de los Arellano Félix y sus sucesores, digan los que digan las autoridades sigue allí aunque ellos se nieguen a verlo y den como siempre, justificaciones, estadísticas y supuestos resultados.

Con la muerte de Lino Portilla la impunidad nuevamente se fortalece en un sistema judicial federal mexicano que da un paso al frente y cinco hacia atrás, donde se hace como que se resuelven las cosas pero en el fondo, la intención es dejarlo como está.

La impunidad vence otra vez en el tema del Rodeo, donde quizá nunca se llegue a esclarecer este sangriento crimen ni los culpables sean detenidos.

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