Los pelos de la Mula y el Filo.

Nota publicada el 8 de junio de 2004
por Elizabeth Vargas

Recuerdo cuando instalaron el Monumento a Francisco Zarco en la esquina de Miramar y Macheros; las bromas al respecto fueron muchas, la mas constante tenía que ver con la instalación en una esquina límite entre el bien y el mal, algo que aunque en broma en el caso de los periodistas es una verdad.

Los periodistas por el tipo de trabajo que desempeñamos, vivimos permanentemente en el borde, en el límite de los conceptos, bien y mal, por lidiar todos los días con los polos opuestos de la vida misma.

El poder y la incapacidad, la inteligencia desbordada y la estupidez,.

Con quienes detentan el poder económico y con quienes carecen de todo, hasta de una cobija con que cubrirse para dormir.

La belleza y la fealdad, la asepsia y la suciedad, la bondad y la maldad, la vida y la muerte.

Aunado a ello el poder que da una pluma, un micrófono, una cámara de video, de fotografía y ahora una página en internet pueden ser una herramienta terriblemente destructiva o constructiva, positiva o negativa, peligrosa o amable, un arma de dos filos.

En este contexto el ejercicio de la libertad de expresión entonces, es un compromiso y es una responsabilidad, un derecho y una obligación.

El compromiso es con la verdad, una verdad que muchas veces se oculta bajo la basura o que reluce tanto que por el brillo no se puede ver.

La responsabilidad es con la gente, que cuando te escucha, te lee o te ve, cree en la certeza de lo que se le dice y confía plenamente en el comunicador.

El derecho es a decir esa verdad, a investigarla, a descubrirla y a publicarla lo que conlleva una responsabilidad mayor, que lo dicho sea cierto.

La obligación es con el público, con las personas a las que esa verdad pudiera afectarlas, beneficiarlas o que simplemente tienen derecho a saberlo.

Hacer las cosas bien no es fácil, hacer las cosas mal tampoco. Ambas tienen efecto.

En ambas, una parte siempre o casi siempre se molestará con el que publicó los hechos y el que lo hizo es un periodista.

Cuando decidí convertirme en reportero, mi papá, que tenía entonces mas de 20 años en este negocio, trató de convencerme de lo contrario, su argumento fue simple y claro.

Es un trabajo, malpagado, mal comido y en el que tu vida personal mas tarde o mas temprano se verá vulnerada.

Sin embargo también me dio un argumento a favor, pase lo que pase y aunque te quejes de hambre, de cansancio, de hostigamiento y de ganar poco, nunca podrás decir que estas aburrida o que fue un día igual.

Es cierto, para quienes son periodistas de verdad, que reportean, que hacen entrevistas, que viven la noticia, que ejercen todos los días el derecho a expresarse, la vida es intensa, el trabajo un amante y descubrir una noticia nueva el reto de seguir en el filo de la navaja.

Sin embargo es necesario señalar también que existen en este medio, extorsionadores disfrazados de periodistas, que corruptos ensucian lo que tocan, aprovechando el poder que le da un micrófono, una pluma o una cámara.

Son sujetos que buscan para si el dinero que no les da el ejercicio legal de la profesión y a cambio de publicar o callar, exigen favores y privilegios.

Esos hace mucho tiempo rebasaron un filo y mas tarde que temprano, la misma vida que por cierto da mucha vueltas se los cobrará.

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