Recuerdo que hace algunos años, estuvieron de moda unos originales llaveros que constaban de un sensor que al silbarles, te decían con su sonido en donde estaban. Pero como todas las modas esta pasó y se llevó algo muy importante para los despistados como yo, una memoria de emergencia.
Era bellísimo saber que pasara lo que pasara con tus llaves, sencillamente les silbabas y con la fidelidad de un perro te respondía con un bip, bip para saber en donde estaban.
Sin embargo, ( filosofía pura nótese) como todos tiempos pasados fueron mejores, en la actualidad no hay ningún aditamento que te permita desde lejos llamarle a tus llaves y que te respondan.
Esto ha ocasionado que desde hace dos semanas, mis llaves se hayan perdido y estén en este momento en algún lugar indeterminado del mundo, auque yo ya le haya dado vuelta a todos los cajones, cajas, espacios, escritorios propios y extraños de la oficina.
La única identificación que tienen mis llaves es un colguije con el pato Lucas, hacia el cual hay un reconocimiento o queja de algunos de mis amigos que sostienen, es al que se debe responsabilizar de mi llegada al mundo y no a la Cigüeña. ( no me han explicado porque)
Pues bien las llaves en cuestión las perdí un domingo, hace casi tres semanas y la última vez que las tuve en las manos fue al abrir la oficina, luego desaparecieron misteriosamente por lo que tuve que recurrir a las llaves de emergencia.
Estas llaves de emergencia no se me perdieron increíblemente en estas dos semanas, no porque sea muy cuidadosa, sino porque mi carro estaba en el mecánico y el fue el que tuvo entonces bajo su custodia mis llaves hasta el viernes.
El viernes me entregaron el carro y las llaves y yo era feliz, sin embargo el sábado, todo cambió.
Fui al mercado sobre ruedas, regresé a la casa y entonces mis llaves desaparecieron misteriosamente.
Sábado y parte del domingo, lo dediqué a buscar las llaves pero nada, como por arte de magia se esfumaron, he revuelto desde entonces todo lo que se puede revolver, incluso el refrigerador, mientras, marido, hijos, e incluso ahora los yernos me observan como bicho raro.
Creo incluso que se han carcajeado a mis espaldas lo cual sería entendible tomando en consideración la forma en que les expliqué que un siniestro y malvado ente llámese fantasma, duende, extraterreste o lo que sea, las debe haber escondido.
En tanto en la casa y la oficina ya me preguntaron si no padezco alguna enfermedad que afecte la memoria, porque francamente perder dos juegos de llaves en menos de un mes es simplemente una mensada y un record dice mi marido en competencias en honor de un Alemán de nombre Hall y de apellido Zeimer.
Ante tanta presión pensé en que cada vez que llegue a la casa, le daré las llaves a la “Sheila” mi perra para que las traiga en el collar, para que cuando le llame ella me trajera las llaves.
Sin embargo lo vi un poco complicado por lo que tomé otra decisión respecto a las llaves, ponérselas al celular con alguna cosa que los obligue a estar siempre juntos y de esta manera se creará un mecanismo con el cual pueda encontrarlas rápidamente, solo con marcar.
No cabe duda; es una idea brillante que muchos otros podrán implementar y con la cual, evitarían que todos los días, cuando menos tiempo tienen y con mas prisa van, tengan que jugar forzosamente el popular juego, solo para adultos denominado
¿En donde dejé las malditas llaves?.
P.D Por cierto, las llaves de emergencia aparecieron en el refrigerador, adentro de una bolsa de tomates.