Los pelos de la mula y el Cuervo

Nota publicada el 16 de diciembre de 2004
por Elizabeth Vargas

No me refiero al Cuervo, el famoso poema de Edgar Alan Poe, tampoco al cuervo que tenía a una zorra que se dedicaba a fastidiar sistemáticamente, sino a mi misma, porque he descubierto que como toda mamá que se precie de serlo soy simple y llanamente una mama Cuervo.

La causa de ello tiene que ver directamente con la semana anterior en que mi engendro, así le llamo de cariño a mi bebé, que ya no está tan bebé pero para mí, como mamá cuervo que soy sigue siéndolo, presentó su examen de piano.

El sujeto en cuestión, o sea mi hijo se llama Roberto, pero sus hermanas para diferenciarlo del padre le llaman robertito y la mas grande cuyo hobbie favorito es molestarlo, le cambia cada vez que se le ocurre de nombre o mejor dicho de sobrenombre y para abreviar en emergencias le dice Tito.

Pues bien, hace dos semanas luego de una película de mafiosos Italianos que la mayor vio en algún lado, decidió que Robertito, pasaba de ser Tito, a Don Titorrio, luego que harta de que la molestara, le dijo que ya no era su hermano preferido, algo que todos los que tenemos hermanos hemos hecho alguna vez .

Pues bien Don Titorrio, que fue llamado así el resto de la semana, no se inmutó, por el contrario, decidió hacer caso omiso del apelativo e incluso adoptarlo, algo así como dejar de luchar contra la corriente, especialmente cuando mide medio metro mas que tú.

El nombre de Don Titorrio pues se quedó varios días en nuestra memoria hasta que leímos un recado de su maestra de piano, donde a Don Titorrio con todo y apellidos, le recordaban los horarios de presentación para su examen.

Era su segunda presentación en público, pero esta vez con otros 30 niños y adolescentes alumnos de piano que uno por uno en la Sala Francisco Zarco ejecutaron distintas piezas, algunos como mi hijo que apenas tiene 6 meses de práctica, por poco menos de un minuto, pero frente a un piano de cola, vestido formal, de corbata y con su respectiva reverencia al público compuesto por mas de un centenar de personas que fueron a aplaudir a su concertista favorito, llámese hijo, nieto, sobrino o primo.

Yo estaba mas nerviosa que Don Titorrio que desde una orilla me lanzaba besos, me hacía ojitos y me fruncía la nariz, algo que los niños hacen con su mamá, hasta que llegan a la adolescencia y aparece una novia.

Llegó el momento, me preocupara que sintiera pánico escénico, el esta pequeño, el auditorio esta grande y había mucha gente.

Sin embargo Don Titorrio se veía seguro, fue nombrado en el tercer lugar para ejecutar su pieza.

Subió, hizo la reverencia, sonrió, se sentó al piano y empezó a tocar, creo que titubeó una fración de segundo pero enseguida se recuperó y terminó sin inconvenientes. A mi me encantó.

Le aplaudieron, agradeció los aplausos y bajó del escenario para rodearme con los brazos y darme un beso y luego besar a su papá, para sentarse a escuchar luego a sus compañeros.

Me sentí orgullosa de él, y aun como Pavorreal llegué a la casa.

Su hermana mayor nos atajó entonces, como le fue a Don Titorrio.

Muy bien,le dijo él.

No me equivoqué.

Se puso seria y le dijo, vez fue bueno que ensayaras, ya eres todo un concertista.

Es mas, ya no te voy a decir Don Titorrio, ahora serán Tithoven a Secas.

Si yo soy mamá cuervo, porque soy una orgullosa mamá.

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