Hace algunos años una devaluación sorprendió a miles de Bajacalifornianos que acostumbrados a hacer sus compras en San Diego, de donde traían hasta la leche fresca, tuvieron que cambiar costumbres.
Corría entonces 1978 y el dólar se convirtió no solo en un artículo de lujo, sino en un artículo que un día costaba una cantidad, al otro día se duplicaba y nunca sabías en que iba a terminar.
Muchos Ensenadenses y Tijuanenses vieron afectadas seriamente su economía.
Si mas no recuerdo, las importaciones de productos en lo que entonces era la zona libre se vieron frenadas por los precios y las costumbres de consumo se vieron afectadas por una nueva realidad.
El gobierno federal mientras tanto, se encontraba nervioso por los enormes adeudos con el extranjero, sumados a un peso cada vez más débil y un Presidente de la República que presumió alguna vez que “defendería el Peso como Perro”, -pero nunca precisó de que raza-.
En unos cuantos años de 12.50 pesos por un dólar, volamos hasta los 100 por dólar, mil por dólar hasta llegar a 3 mil pesos por dólar que aterrizó Carlos Salinas de Gortari varios años después, al quitarle los ceros, para darle de nuevo en la torre el error de diciembre de Zedillo.
En fin, fueron años difíciles, en especial los primeros, en que a los Bajacalifornianos además del castigo de un dólar carísimo se nos obligó a comprar los productos hechos en México, que entonces eran de pésima calidad, porque además se bloquearon innumerables importaciones.
Las primeras navidades, la de 1978 y la de 1979 en estas circunstancias para muchos clase medieros fue crítica, recuerdo sobre todo que no se pudieron importar arbolitos, y los que se importaron o trajeron del centro del país, eran tan caros que para un trabajador común invertir en ello era imposible.
La disyuntiva era simple, arbolito o regalos y cena, otros ni eso.
Muchos ensenadenses, ese año, no tuvieron arbolito, pero suplieron con ingenio esta carencia, consiguieron ramas secas que decoraron con nieve artificial o con algodón, le pusieron focos y esferitas, para convertirlo en un inusual pero bonito árbol de navidad.
Otros regresaron a los orígenes, colocaron nacimientos y junto a ellos como los magos de oriente pusieron regalos.
El espíritu de la navidad pese a los golpes de la economía se mantuvo y es muy probable que quizá por la misma edad que tenía entonces no recuerde con exactitud, como le hicieron mis padres y los padres de muchos de nosotros, para que tuviéramos en navidad el regalo que habíamos pedido.
Sé que era difícil y sé que en general fue para todos porque ya leía periódicos, ( hija de periodista al fin) pero no lograba entonces medir la trascendencia de la situación que enfrentaban los adultos, la incertidumbre, el miedo y la responsabilidad enorme de que nosotros no perdiéramos la magia de estas fechas.
En lo particular no la he perdido, no se puede perder con tres hijos y varios sobrinos, no la puedo perder cuando la semana anterior la Administradora de correos me confesó que en pleno 2004, en la era de Internet y programas de televisión llenas de cosas feas que niegan sistemáticamente la posibilidad de creer en algo, aun hay pequeñitos que colocan en los buzones cartas que llevan como destinatario a Santa Claus con domicilio en el Polo Norte.
A todos ellos y a todos nosotros una muy Feliz Navidad.