El jueves 30 de noviembre el Presidente de la República Vicente Fox Quesada terminó su sexenio, un sexenio donde pese a todas las promesas y compromisos hechas a lo largo de su mandato, el país quedó sostenido con alfileres.

Si bien, no se puede decir que todo lo que hizo estuvo mal, porque sería injusto y mentiroso, también es cierto que como nunca antes en ninguna administración pública, la impunidad llegó al máximo nivel, con la complicidad de un poder legislativo que desde el inicio de la administración hizo grandes esfuerzos para no dejar trabajar.

Sin embargo, a seis años de distancia no es a los legisladores con quienes asumió el poder a los que se recordará sino a Fox, del cual la memoria colectiva guardará desafortunadamente, solo aquello que hizo mal o que dejó de hacer.

Los mexicanos, al votar por Fox, buscaban un gobierno distinto al que se había soportado por 72 años y lejos de ello, se repitió una vez mas el escenario de tráfico de influencias, corrupción, promesas incumplidas y despilfarros.

A lo largo del sexenio, no hubo una sola demostración, de la presencia de una entidad que coordinara con el cerebro, las acciones necesarias para evitar ver a México sumido en los conflictos que ahora tenemos.

Nadie del gabinete, hizo algo por prevenir, por atender, por atajar los conflictos antes que se salieran de control, al contrario, asumieron responsabilidades cuando no les quedó de otra, ejemplos, Plantón del Peje en el Zócalo y Toma de Oaxaca los mas recientes.

A lo largo del sexenio, las metidas de pata y tropiezos fueron el pan de cada día, junto con declaraciones desafortunadas donde mas de una vez las palabras generaron un gran lío.

Al marcharse lo hace con una herencia maldita en donde le deja a México, los mismos monstruos nacidos en sexenios anteriores pero fortalecidos como nunca en éste.

Ejemplos: el narcotráfico, la guerrilla,la inseguridad pública, los salarios miserables de la mayoría, la piratería, la ineficiencia del Seguro Social, la crisis Magisterial, el maltrato a los inmigrantes por parte de Estados Unidos.

En el plano local, Fox pasará a la historia sin pena ni gloria.

No le deberá la ciudad, ni siquiera una obra de las llamadas de relumbrón, o un símbolo que lleve su firma.

Sus promesas y sus planes para Ensenada, quedaron en eso, en promesas y planes como ocurrió con el libramiento, con el Puerto de Colonet, con el seguimiento de la escalera náutica y el apoyo a la flota pesquera.

Fox se retira a su rancho de San Cristobal en Guanajuato, dejando un estado en llamas: Oaxaca, un Congreso enfrentado, un territorio nacional invadido por delincuentes y asesinos que cortan cabezas, usan basukas y circulan en carros del año.

Deja a una sociedad desarmada, harta y desanimada porque el Hoy se le convirtió en mañana y en ese lapso, se le acabaron también sus 15 minutos.