Las historias bajo el puente
Un recorrido con sus protagonistas
Tras bajar al arroyo e ingresar al interior del puente, al que los
indigentes bautizaron como ‘el puente de la muerte”, una persona con problemas
auditivos seleccionaba la verdura podrida para tirarla al mismo cauce, mientras
otros dos sujetos se encontraban platicando de sus desaventuras, uno de ellos
con licor en mano, esperando a que otro compañero les trajeara el desayuno. Eran
apenas las 9 de la mañana, tras una noche lluviosa de jueves.
Martín narró que tiene un año habitando en el puente tras ser deportado de
Dallas, Texas. Trabajaba en una yarda de carros y podía ganar hasta 100
dólares diarios. Residió en el país vecino 15 años, pero un día simplemente
perdió todo al ser deportado. Lo sorprendieron tomando y al no contar con
documentación terminó en Ensenada.
Su amigo, quien se reservó su nombre, contó tener por lo menos 2 años
viviendo debajo de diferentes puentes, tras también ser deportado pero del estado
de California, donde era carnicero y ganaba a la semana al menos 600 dólares. Fue
sorprendido por las autoridades americanas bebiendo alcohol mientras conducía
un automóvil.
Relató estar a gusto, pernoctando en ese lugar, a pesar del hostigamiento
policíaco. De acuerdo a sus historias, con palabras altisonantes los llevan a
los separos de la comandancia de vez en vez.
Los indigentes aceptaron su alcoholismo, aunque hicieron una distinción
entre los heroinómanos y los adictos al cristal, son diferentes
reacciones mencionaron, nosotros pedimos una moneda si estamos necesitados de
licor, en cambio ellos pueden ser violentos.
Uno de ellos hasta presumió su Jacuzzi, al tiempo que señalaba el agua
sucia del arroyo. Durante la charla ofrecieron café, chocolate
caliente y hasta alcohol. Tenían cobijas, almohadas, y
diferentes artículos de cocina para prepar sus alimentos.
Agregaron: “Nos bañamos en la toma de agua sobre el libramiento a pocos
metros del puente, esa con la que riegan las plantas”, platicó Martín.
En el lugar otro grupo de indigentes también dijeron ser originarios de
Oaxaca, Michoacán y Guerrero, luego se despidieron diciendo: “Aquí somos
borrachos, pero en el otro puente ni vayas son cristaleros”, cuando uno
de ellos indicaba con su mano derecha otro puente, ubicado más al este de la
Reforma.
En el siguiente puente a la altura de Esmeralda y Costero, se encontraba un
hombre que se hace llamar “El Rey del Amor”, él preparaba su desayuno,
picaba cebolla blanca y chile jalapeño, mientras en una cazuela se calentaba
una sopa.
Tras bajar el cauce nos comentó que pide dinero en el Mercado Negro y
detalló que ese día consiguió 13 pesos que le alcanzaron para comprar la sopa y
medio kilo de tortillas, “le busco donde está lo barato”.
Tras la lluvia generada apenas unas horas, se encontraba sentado justo en
el arroyo, y comentó que no acude a los albergues en caso de
precipitaciones pluviales, prefiere resguardarse donde puede. Es indigente
porque padecía una severa depresión por no contar con trabajo ni familia.
“Me encanta el chupe”, dijo, y señaló su alrededor donde se
encontraban los restos de botellas de licor y cerveza bohemia obscura y sky
vodka “Me las regalan porque les traigo suerte” - dijo mientras preparaba
su desayuno- “porque soy El Rey del Amor”.
Cruzando la esquina y pasando por un predio donde colocan a los
caballos que alquilan a los turistas para pasear por Playa Hermosa, se puede
bajar a otro puente. Un indigente quien dijo llamarse Juan se encontraba
acostado, mientras decía cuidar las pertenecías de sus amigos, vender botes y
así obtener recursos para comer y fumar tabaco.
Es un lugar donde duermen más indigentes ya que se encontraban diferentes
pertenencias y otras 2 camas improvisadas, con cobijas y almohadas.