Con tantos eventos y actividades en Ensenada, sería más fácil que la ciudad contara con un sitio de usos múltiples que invadir espacios que tienen otra vocación. Cada cosa en su lugar. ¿A qué me refiero? El Campo Nuevo Ensenada, sede de innumerables partidos de futbol para chicos y grandes, casa del Atlas y de la Liga de Futbol de Primera Fuerza, un espacio que los futbolistas han defendido mucho, termina siendo de vez en vez sede de conciertos. Su pasto sintético cambia los tacos por las mesas, sillas y tacones de quienes asisten a escuchar a sus artistas, cuyos promotores encuentran en el campo un lugar si bien no ideal, accesible.
El campo deportivo de beisbol “Antonio Palacios”, es eso. Un recinto deportivo. Pero también ha dejado de lado su vocación para recibir a la Banda El Recodo, o en antaño hasta congregaciones religiosas que ahí practicaron sus ritos. La estancia del equipo Marineros de Ensenada ha disminuido de alguna manera la oportunidad para promotores artísticos y otros organizadores, lo que de alguna manera le permite resguardar su alma beisbolera.
O que me dicen del Museo de la Vid y el Vino, en el Valle de Guadalupe. Es un museo. Su función es exponer, conservar, investigar, educar. No debería rentarse para bodas ni ningún tipo de evento etiquetado como social. En el Valle de Guadalupe hay muchos espacios de particulares disponibles para este efecto, desde viñedos, ranchos, villas, hoteles, y demás.
El punto no es la realización de estos eventos. Es bueno que Ensenada haya repuntado de unos años para acá en eventos de esparcimiento para todos los gustos. Pero el punto si es la preservación de los espacios para lo que fueron hechos, la vocación y la estructura para la que fueron concebidos. Más nos valdría tener un área de usos múltiples, que ultrajar los espacios o perder el rumbo por unos pesos.