Salvador Mares, como muchos de los pioneros gastronómicos, empezó a trabajar muy joven, fue recepcionista, jefe de piso de comedor y jefe de alimentos y bebidas del Hotel Club de Pesca en Acapulco, funcionario de una agencia de viajes, recepcionista en tierra y supervisor de servicios de pasajeros de una línea de aviación en la Ciudad de México. Con el espíritu aventurero que lo caracterizaba emprendió un largo viaje, trabajando en ciudades como New York, Nueva Orleans y Sidney. De regreso en México abrió Baja Malibú, un desarrollo turístico en la carretera Tijuana-Ensenada que poco después cerró; en 1976 estableció en el puerto de Ensenada el restaurante La Ermita, que en sus inicios funcionó dentro de las instalaciones del Hotel Santa Isabel en la calle Primera y Castillo y en 1982 fue trasladado a una residencia ubicaba en la calle Primera y Balboa. Con una atmósfera hogareña que colmaba de tranquilidad a los visitantes, este lugar contaba con una peculiaridad: el comedor estaba decorado con sillas distintas e irrepetibles. Contaba con un menú reducido con una calidad excepcional, muchos de nosotros nos deleitamos con platillos como: barbacoa de borrego, pollo Parroquial y chiles en nogada.
En aquel 1982, Salvador Mares luchó y logró, junto con un grupo muy reducido de restauranteros porteños independizarse de CANIRAC Tijuana para formar la soñada delegación de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados para Ensenada.
La Ermita cerró sus puertas en 1987, tras el fallecimiento de Salvador Mares. Hoy, a treinta años de la fundación de CANIRAC de Ensenada, recordamos con respeto y cariño a un gran emprendedor, hombre amable, con un trato de primera.
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