Este pensador fue geólogo, paleontólogo, pintor, escultor, músico, diseñador, inventor, ingeniero, escritor, filósofo, arquitecto, urbanista, geómetra, botánico… y hasta gastrónomo, lo que me sorprendió gratamente. Esta faceta la conocí gracias a la recomendación del libro "Apuntes de cocina de Leonardo da Vinci" que Gerardo Sánchez hace en su reseña “Elogio a la resaca”.
En esta obra se descubre la desconocida pasión de Leonardo por la cocina; sus recetas, las reglas de etiqueta en la mesa, el poder medicinal de los alimentos, las cualidades que debe de tener un buen repostero e ingeniosos artefactos que ideó para la cocina, entre otras cosas.
Resulta que por cuestiones económicas, Leonardo tuvo que trabajar nocturnamente como camarero en la famosa taberna de la época “Los Tres Caracoles”, al lado del puente Vechio de Florencia, pero tras la misteriosa muerte por envenenamiento de todos los cocineros en la primavera de 1473, Leonardo quedó a cargo de la cocina de la taberna, y se aprovechó para evolucionar de una cocina tradicional del Renacimiento, acostumbrada a servir en fuentes llenas a rebosar de trozos de carne, a un nuevo estilo, lo que hoy llamaríamos "nouvelle cuisine", platillos basados en diminutas porciones delicadamente presentadas, cambio al que no estaban acostumbrados sus conciudadanos y los comensales del lugar, que querían comer hasta atiborrarse.
Se generó tal escándalo, que los hambrientos feligreses, llegaron incluso a intentar matarlo, al interpretar que Leonardo se estaba burlando de ellos. Sin embargo, este frustrado inicio, no logró desanimar a este genio en el arte culinario y unos años después se convirtió en consejero de Ludovico el Moro, Duque de Milán, en fortificaciones, fue maestro de festejos y sobre todo sirvió los banquetes de la corte.