Los concursos de belleza con participantes mujeres son desde hace ya muchos años una parte del entretenimiento al que tenemos acceso, sin mencionar que también es una parte formativa informal en lo que corresponde al género femenino, sus roles y estereotipos. Aquellos que tienen participantes varones llevan su parte también, pero de momento solo me referiré a los primeros.
En ellos se hace exhibición del cuerpo femenino y en ocasiones de la parodia que los administradores de los concursos creen que es el pensamiento de las mujeres.
Esto ha llegado a niveles casi de culto, en donde las participantes ya no suelen concursar (al menos en las versiones más comerciales) por su belleza natural, sino por exhibir grandes cantidades de dinero convertidas en implantes del cuerpo, del cabello, maquillaje y ropa sugestiva cuando no ostentosa.
Esto viene a hacer gala de los estereotipos y reducciones simplistas al papel de la mujer como un objeto sexual que se vende, exhibe y altera de acuerdo a la conveniencia del consumidor masculino. Hay versiones de esto en las que participan mujeres adultas y capaces de decidir si lo hacen o no, tal vez como parte de un sueño muy anhelado y respetable.
Llamó mi atención hace poco, mientras daba una vuelta por la red, un reportaje sobre un concurso de belleza infantil en Colombia denominado “Miss Tanguita”. Pude observar en un video de YouTube la pasarela de niñas prepúberes en una pasarela multitudinal donde la concurrencia era mayoritariamente adulta y masculina, y ellas vestidas únicamente con traje de baño caminando de forma sugerente, saludando y sonriendo. Esto sin mencionar que había alcohol como si se tratara del Carnaval. ¿Contexto para reforzar las estadísticas de abuso sexual infantil?
He platicado con ustedes antes que la sexualidad infantil existe y la capacidad de expresión tan maravillosa de la que los niños y niñas gozan. Sin embargo, he sido clara en que el erotismo se logra ya entrada la adolescencia o la adultez temprana y que obviamente una vez llegadas a la adultez, las personas pueden decidir qué hacer con su sexualidad de forma libre.
Erotizar niñas de 8 años y ponerlas en una pasarela está lejos de la expresión natural de la sexualidad infantil. El mensaje con el que ellas quedan es que exhibirse atrae atención y beneficios. Ya sabemos en qué para esto.
Este concurso lleva ya 20 años llevándose a cabo y en la emisión de este año hubo una protesta por parte del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, en donde la directora de dicho Instituto calificó de reprochables e irresponsables a los padres que dieron su autorización para que las niñas participaran. Actualmente están en proceso de llevar el caso al Estado en Colombia.
“Toddlers & Tiaras” y otras emisiones parecidas también intentan emular la belleza adulta en niñas muy pequeñas con una intención un poco distinta pero igual o más estereotipada. De igual manera irrumpen en contra de los derechos de las niñas que muchas veces son forzadas a participar por deseo, sobre todo, de sus mamás. Aun cuando participan por deseo propio, esto puede llegar a quitarles la visión de lo que es ser niñas antes de convertirse precozmente en mujeres vanidosas que atraen por medio de una belleza construida.