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Kiko, hipocorístico de Francisco

Decir más con menos

Nota publicada el 3 de julio de 2015
por Manuel Sánchez

Hace poco, en una exposición en Tijuana, una amiga señalaba que en el título del cartel había un error. No estaba escrita la palabra “fotografías” sino sólo “fotos”. Su apreciación en parte era correcta. El uso de esos “acortamientos” de palabras, aunque muy comunes en la vida diaria, denotan un empleo laxo del lenguaje. En algo tan formal como una exposición, parecía haber una contradicción.

Como he insistido en otras columnas, no pienso que exista algo como el uso correcto e incorrecto del lenguaje en términos universales. Aunque hay estructuras muy fuertes a nivel gramatical, éstas pueden deformarse en el uso diario, a tal grado de convertirse en dolores de cabeza para los lingüistas debido a su irregularidad. Ultimadamente, el lenguaje está vivo. Sólo existen contextos de habla, y formas adecuadas a cada contexto. En principio, si funciona –es decir, si comunica- es correcto.

Entonces, decir “foto” ¿es correcto? Prefiero dejar esa pregunta abierta al criterio de cada hablante; lo que es interesante es el porqué.

Un mecanismo muy común a nivel cognitivo del ser humano es eliminar “material” para comunicar. Decir más con menos. Esto sólo es posible cuando se ha logrado un cierto nivel de “masificación” de la relación palabra-concepto. Es decir, no hay duda de que cuando decimos “foto” no nos estamos refiriendo al “fotón”, partícula-onda que transporta la luz, o a alguno de los tantos aparatos que utilizan la raíz “foto”; se ha construido y fortalecido la relación entre la palabra “foto” y ese pedazo de papel obtenido de un negativo.

La reducción de material fonético no sólo sucede en sustantivos, sino es bastante común para los nombres propios. Aunque en ambos casos se mueven sobre el mismo principio cognitivo, la abreviación de los nombres propios está incluida bajo el concepto hipocorístico. En este término se incluyen no sólo las abreviaciones, sino las modificaciones (algunas extremas) de los nombres propios. Esto es lo que los separa de los apodos, los cuales tienen que ver más con otras cualidades del sujeto que de las propiedades de su nombre. Los apodos pueden ser sustantivos íntegros como “El Tuercas”, mientras que los hipocorísticos provienen del nombre propio, respetando ciertas reglas fonológicas exclusivas de la lengua en cuestión. Es por ello que resultan tan interesantes para el lingüista. Cada lenguaje tendrá sus propios mecanismos para crear estos acortamientos de nombres. Y muchas veces, estas mismas reglas se ven reflejadas no sólo en los nombres propios sino, como en el caso de “fotografía”, en otra clase de sustantivos. Por ejemplo, en español, será muy raro encontrar un hipocorístico que no termine en -n, -s o vocal.

“Pero existe Alex”.

Y es ahí en donde nuestra tradición escrita trata de imponerse al verdadero acto de habla. En realidad, los sonidos usados para el hipocorístico de Alejandro (que proviene Alexander) son A L E K S. La “X”, como unidad gráfica, expresa dos sonidos. Pero la estructura está ahí, y los niños lo saben. No por nada, entre ellos (y en habla rápida con adultos) se escucha a menudo decir “ales”.

Hablar es un acto continuo. Si miramos el espectro de sonido que emitimos, nos daremos cuenta que las pausas no suceden entre palabras. Muchas de las veces, esas pausas cortan palabras; otras veces, la cadena de habla parece no tener fin. Cuando se estudian lenguas que no tienen tradición escrita, uno de los primeros retos es identificar en donde inicia y termina una palabra en el discurso. Los hipocorísticos, como herramientas de análisis, ayudan a identificar estructuras “invisibles” que nos dan pistas de dónde inicia y termina una palabra. Aunque, debo advertir, en lingüística aún se discute si en realidad existe algo como “la palabra” como unidad, o es una invención de la disciplina para volver operativo el análisis.

La palabra “hipocorístico” viene del griego hypokorízesthai verbo que significa “hacer cariños”. El acortamiento, como el diminutivo o la modificación del nombre, implican un trato cercano, familiar, casi infantil con la persona a la cual se refiere. Aunque, por otro lado, también obedece al principio de economía del lenguaje. En cualquiera de los casos, la pertinencia de su uso estará determinada por el contexto. Y es que, si digo “Kiko”, hipocorístico de “Francisco”, quiero pensar que es porque se ha construido un lazo informal y familiar. Pero, si alguien prefiere gastar esa saliva extra para pronunciar el nombre completo… sin hipocorístico… bueno, algo habrás hecho para no merecerte el cariñito.

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