El Distrito Norte de la Baja California, contaba en esa época con una población de menos de 5 mil habitantes. Su cabecera era el Puerto de Ensenada con unos 1027 habitantes; le seguía en importancia Mexicali con cerca de 300, Tijuana con poco menos de 100 y Tecate con alrededor de cincuenta personas

El 29 de enero de 1911, las primeras fuerzas de los “revoltosos” o los “filibusteros de 1911”, quienes se consideraban y se autonombraban “revolucionarios” , (que no llegaban a 20 en total, unos 8 jinetes, algunos con viejas pistolas y otros con riles casi obsoletos), atacan Mexicali. Un pueblo desprotegido, sin ejército, unos cuantos “rurales” y nada más. No encuentran oposición. La revolución anarcosindicalista ideada por los hermanos Flores Magón estaba en marcha.

La primera víctima fue José Villanueva celador de la cárcel. Muerto al rehusarse a liberar a los reos. Una vez muerto el carcelero los, ahora ex-presos, fueron reclutados por la turba, y pasaron a engrosar las fuerzas invasoras.

¿Quienes eran estos invasores? Unos eran mexicanos exiliados en Estados Unidos, otros eran extranjeros mercenarios capaces de matar a quien fuera a cambio de un “peso duro”, había también nativos hambrientos y desamparados que fueron compelidos bajo amenaza de muerte a pelear por los ideales sinarquistas no fáciles de entender y casi imposible de enarbolar como “causa”. Al frente de esta horda de violentos sujetos estuvieron: José María Leyva y Simón Berthold, mexicanos ambos.

Los narradores históricos, estudiosos del pasado, especuladores políticos del pasado y del presente no llegan a un acuerdo de las verdaderas intenciones de esta alzada. Estos invasores nunca tuvieron a bien tener un destino concreto, los ideales Floresmagonistas fueron adaptados al momento y las propuestas tanto nacionales como internacionales cambiaban y modificadas casi como el clima bajacaliforniano.

El uso de la palabra “revoltosos” nada despectivo y si bien apropiado no fue acuñado solamente por los cónsules americanos de Calexico y San Diego, señores Enrique de la Sierra y J. Díaz Prieto y el coronel Celso Vega Jefe de Armas de Ensenada. Ya el propio Ricardo Flores Magón se había referido a la necesidad de una “revuelta” social y armada como solución a la problemática de México.

A fines de febrero de 1911, en un comunicado proveniente de Simon Berthhold se dio a conocer la versión de que el objetivo de la campaña era crear una "república socialista independiente" o una mancomunidad cooperativa en Baja California. Se dejaba ver, aunque no claramente la intención de la separación de Baja California al esquema nacional de México así como la creación de una “república independiente” y subrepticiamente se discutía la “conveniencia” de “anexar” esta nueva nación, a los Estados Unidos de Norteamérica.

Los nativos de las diversas áreas sujetas a la “invasión” fueron los primeros conscriptos reclutados, bajo amenazas, promesas y engaños. Cucapas, Pai Pais, Kiliwas y uno que otro Kumiai. Desgraciadamente la convicción por medio de la coacción y el alcohol actuaron como fuerza determinante en lograr su participación. Al pueblo bajacaliforniano de ese tiempo no se le convenció de participar en una lucha armada cuyos fines no le eran claros, muchos de los pobladores pacíficos y conservadores abandonaron sus lugares de residencia y otros se ocultaron para evitar la leva. Quienes pudieron cruzaron la frontera hacia el vecino país y dese ahí, seguían atentamente las noticias de la asonada.

Los norteamericanos seguían con muchísima atención los informes confusos y contradictorios de los dos bandos referentes a las diversas “acciones” que se llevaban a cabo. Se concentró en, preparación de una eventual invasión, a gran cantidad de personal armado en el área de Campo y se montó especial vigilancia a lo largo de los cruces fronterizos, por caminos y veredas con el fin de evitar el comercio de armas y municiones, así como el cruce de personal armado “de cualquiera de los dos lados”

Las primeras incongruencias de las que hablaba se manifestaron en la postura del pomposo ejercito porfirista en su Octavo Batallón, con residencia y base en la capital del Distrito Norte de Baja California, en ese tiempo, Ensenada. Este ejército que contaba ampliamente con personal y armas, con piezas de artillería y lucido uniformes, compuesto en su mayoría por indígenas mixtecos y zapotecos carentes de ideales firmes y de valor nacionalista. Los mandos, actuando de una manera extremadamente prudente, bordeando en traición a la patria no reaccionaron adecuadamente, lo que los “revoltosos” utilizaron a su beneficio y provecho.

Muchas fueron las escaramuzas a lo ancho de la comarca fronteriza de Baja California. Muchos los atropellos y muchas las acciones con intenciones no definidas, tal es la circunstancia que ocurre en Tijuana el 2 de junio de ese mismo año de 1911 cuando el filibustero Luis James iza una bandera que representaba a la Republica de Baja California, diseñada por otro filibustero de nombre Richard Ferris. La nueva bandera estaba formada por siete barras rojas y seis blancas, con un cuadro azul cielo en el centro y con una estrella blanca. Según Ferris, “las franjas rojas representan la sangre que se ha derramado a través de los tiempos; el color azul, la firmeza de su propósito y la estrella blanca, con un carácter dual, representa no solo a la nueva República en el firmamento de las naciones sino, como la famosa Estrella de Belem, será guía constante hacia la victoria”. Poco tiempo duro tal insulto. Prontamente fue retirada, destrozada e incinerada. No era el consenso general, pero si representaba la diversidad de ideas y propósitos. ¡Cada quien con su agenda personal!

Finalmente el 22 de junio de 1911 el coronel Celso Vega al frente del Octavo batallón ataco las fortificaciones de los insurrectos. Los números reflejan la realidad de la acción: 560 tropas porfiristas contra 230 revolucionarios (de los cuales 155 eran extranjeros y 75, mexicanos). Se dice que cinco banderas rojas de “Tierra y Libertad” ondeaban en el cielo azul veraniego de Tijuana, hay quienes insisten en que había banderas americanas, si no en lo alto, si entre los mercenarios. La batalla se realiza principalmente en Agua Caliente. Al otro lado de la frontera, en los cerros y colinas aledañas se había congregado una cantidad de “espectadores” como publico en una función de matiné matutina de teatro al aire libre.

Al fin los soldados federales actuaban marcialmente y su estrategia era, disparar certeramente y avanzar irremediablemente. Empujando a los rebeldes hasta obligarlos, en estampida, que cruzaran la línea fronteriza. Ya al “otro lado” fueron “capturados” por las fuerzas armadas americanas y conducidos para recluirlos. Detenidos por violación a las “leyes de neutralidad”. Seguía la falsedad y el teatro. Dos de los mercenarios tenían precio de recompensa en California. Marshall Brooks y Henry Hall, quienes no aceptaron replegarse y como en película mediocre del medio oeste, se plantaron a media calle disparando sus armas cortas contra los soldados y muriendo, ambos acribillados por los disparos certeros de los “pelones” federales. El coronel Celso Vega se levantó como triunfador, y dando ejemplo de su real carácter, ordeno que todos los sobrevivientes, heridos o capturados, fueran pasados por las armas. No hay cantidades fieles de la masacre, (se habla de 39), solo testimonios aislados y, manipulados por el tiempo. Los dirigentes intelectuales de la fallida invasión: los hermanos Enrique y Ricardo Flores Magón, Librado Rivera y Anselmo L. Figueroa, estaban presos en suelo estadounidense por cargos de violación a las leyes de neutralidad.

La sangre derramada en suelo bajacaliforniano no se secó jamás. Solo ha cambiado de color, de razón y de motivo. La sangre inocente de los ignorantes que fueron manipulados por ideologías que jamás entendieron y que fueron víctimas, como piezas de ajedrez en un juego lleno de conjuras, falsedades y decepciones.