No sólo la ignorancia es crucial para la xenofobia, también la pereza por la reflexión para dejar de ignorar. En nuestras sociedades imbuidas en medios de información, bombardeando tragedias por todos lados, hay poco espacio para la reflexión y mucho para la reacción. Una reacción que puede ser de lo más visceral y que desata más eventos trágicos, alimentando este ciclo sin fin entre espectadores de tragedias y protagonistas –o víctimas– de ellas.

Pero también la xenofobia puede darse por otras razones a parte de la ignorancia. Es consecuencia de opresión. Un grupo de personas, hartas de un comportamiento, desata su ira visceralmente contra el enemigo, encarnado en cualquier sujeto con potencial de representarlo. A veces ese enemigo toma forma en personas que no tienen identidad común, son sólo seres humanos más. En otras veces, y es el caso xenofóbico, se encarna en un prototipo identificado por una serie de rasgos: si habla la lengua del opresor, si practica la religión del opresor, si come lo que el opresor comía… cualquiera y todo se convierte en signo del prototipo. Cuando se te ha catalogado como tal, no hay para donde correr.

Irracionalmente has sido vinculado al opresor, sólo porque te gusta la nieve del mismo sabor.

Por lo que la xenofobia es irracional, como cualquier miedo, y se sostiene de la ignorancia y de la venganza. Un acto xenofóbico de Y hacia Z, motivado por cualquier objetivo, provocará xenofobia hacia Y y en algún momento las personas que compartan alguna característica con Z o hayan sido víctimas de Y, se volcaran contra Y con la misma energía irracional.

En algún momento el ciclo se invierte, y así… hasta que alguna deja de existir, o las dos lo hacen.

El problema es que vivimos en una sociedad “cerrada”. En un mundo como el nuestro, es inevitable pensar que ese tipo de acciones nos van a alcanzar. Las vivimos a diario, algunas veces no con consecuencias tan mortales, pero si efectos prácticas en nuestra vida diaria. Es xenofobia la que ocurre en Estados Unidos contra las personas de piel morena o negra. Es xenofobia (dicha, malinchismo) de los mexicanos hacia aquellos que tengan rasgos “indígenas”.

De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas, xenofobia es definida como “[t]oda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico que tenga por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural o en cualquier otra esfera de la vida pública”.

Pero lo que más preocupa de los comentarios que han surgido a manera de reacción por los horribles atentados en Francia es la encarnación del enemigo: los musulmanes. En algunos casos, hay gente que no sabe ni siquiera qué significa musulmán, la diferencia entre árabe y musulmán; entre islamista, islam o Estado Islámico. Simplemente, encarnan un enemigo que, entre algunas características, tienen que ver con la lengua…

que por cierto, el árabe es una lengua semítica, como el hebreo. Eso, mis queridos lectores, significa que están emparentadas como el español al italiano; que tienen un origen común…

otra característica que alimenta la xenofobia es la religión…

que por alguna razón creen que los musulmanes no tiene nada que ver con ninguna religión del mundo; que es sinónimo de odio y opresión en cada uno de sus creyentes, cuando hay líneas dentro del Islam como el Sufismo que resultó (y resulta) una gran inspiración para los principios cristianos en el inicio de los tiempos de esa religión…

La situación en Siria no es nada sencilla de entender. Es bastante compleja, en donde se enlazan personajes, intereses, creencias y demás. Demasiado complejo para que la gran masa la quiera entender, aunque hay esfuerzos muy interesantes que han circulado por internet.

Lo que vemos es una construcción en donde se ha establecido claramente una víctima y un enemigo. En medio de esta construcción del enemigo, se crea el prototipo. El enemigo es musulmán y es árabe, es de Siria… es extranjero. El enemigo es el otro, el distinto.

Lamento el hecho violento en Francia y el incomprensible dolor de las personas afectadas a miles de kilómetros de aquí, pero lo menos que podemos hacer, por respeto a estas personas, es a evitar ser perezosos con nuestro consumo de la información. Leamos, reflexionemos, y sobre todo, evitemos en lo posible pensamientos xenofóbicos. Los enemigos tienen nombre y apellido, para nada esas personas son representantes de una población, de una religión, de una creencia o una nación.