Por décadas, el término “early birds” ha sido utilizado para describir los hábitos de aquellas personas que acostumbran iniciar su día muy temprano: trabajadores, disciplinados y productivos, que buscan obtener el máximo provecho de las primeras horas de cada día. En la década de los ochenta, el término comenzó a usarse en el ámbito del marketing para referirse a los consumidores que adoptan nuevos productos o servicios antes que la mayoría, relacionando su conducta de manera directa con la innovación.
Con la llegada de la era digital, marcada por la fuerte influencia de la tecnología y las comunicaciones en nuestras actividades cotidianas, ser un early bird adquirió una connotación todavía más amplia. Ahora se refiere prácticamente a cualquier persona que se involucra rápidamente en las nuevas tendencias, ya sea en moda, música, tecnología o entretenimiento.
La inteligencia artificial no fue la excepción. A dos meses del lanzamiento de Chat GPT, la revista Forbes (2023) calificó su crecimiento en usuarios como el más rápido en toda la historia, debido a que alcanzó los cien millones de usuarios en 60 días.
A finales de 2022 y principios de 2023, los early birds jugaron un papel crucial en la propagación del Chat GPT, igual que en otras tendencias, motivados por el acceso temprano a la novedad con enfoque centrado en cómo esta herramienta podría mejorar su vida o proporcionar entretenimiento innovador, lo que impulsó aún más su rápida adopción y difusión. ¿Puede ser algo más atractivo que el hecho de ahorrar horas de lectura y redacción gracias a un juguete nuevo y gratuito?
La existencia de millones de personas interesadas fue música en los oídos para inversionistas en empresas de tecnología, lo que desencadenó un efecto dominó para crear y comercializar herramientas de inteligencia artificial en prácticamente todos los rubros: creación de imágenes, traducción, análisis de datos, código en todos los lenguajes y sistemas para atención a clientes, entre otros.
En este escenario, mientras millones de estudiantes en universidades de todo el mundo veían con asombro como un cursor les redactaba un ensayo, los docentes iniciaron con un intenso debate sobre el nuevo papel esperado para ellos y para la tarea en tiempos de la inteligencia artificial .
Todavía no se cumplía un mes del lanzamiento del Chat GPT cuando el New York Post publicó en su edición electrónica un artículo titulado: Profesor descubre que un estudiante hace trampa con ChatGPT: “Siento un terror abyecto”.
En el texto, Alex Mitchell (2022) cuenta la historia de como Darren Hick, profesor en la Universidad de Furman en Carolina del Sur, se alarmó al encontrar que un ensayo solicitado tenía características inusuales que indicaban una posible trampa. El docente describió el texto como limpio y coherente pero el tufo del fraude estaba en el estilo, como si lo hubiera escrito un metódico alumno de bachillerato, no un estudiante universitario de filosofía.
Determinar la procedencia de un texto creado con IA enfrenta el problema de no tratarse de un plagio directo, por lo que la mayoría de los sistemas creados para cazar el tradicional copy-paste resultan insuficientes. Hick mencionó que el acto se parece más a obtener el texto de otro estudiante que acreditó la materia en el pasado, o bien, de haberlo solicitado (y probablemente pagado) a un desconocido encontrado en Internet.
Esta nueva práctica para evitar el trabajo escolar podría sumarse a las 42 formas de deshonestidad académica documentadas por Javier Reskala (2020), quien define el hecho como una acción intencional que va en contra de los principios éticos de las instituciones educativas y que, además, otorga al estudiante una ventaja injusta sobre sus compañeros, o que disminuye la precisión de las evaluaciones del desempeño del alumno en pruebas o tareas.
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