En esta ocasión hablaremos sobre algunos factores de la sexualidad en las personas que tienen déficit auditivo. Se trata de una alteración en la capacidad de la correcta percepción de la audición, como pueden ser la hipoacusia (disminución parcial de la capacidad auditiva que permite adquirir el lenguaje oral por vía auditiva) o la cofosis (mejor conocida coloquialmente como “sordera”, que es la pérdida total de la audición que permite la adquisición del lenguaje solo por vía visual).

En México se estima que nacen 3 personas con déficit auditivo por cada 1000 nacimientos, y a eso se agregan las sorderas adquiridas por infecciones, accidentes o uso de medicamentos cuyos efectos secundarios recaen sobre la capacidad auditiva.

Se considera que el déficit auditivo es el que menos consecuencias tiene en el desempeño de las actividades diarias cuando hablamos de la pérdida total o parcial de un sentido. Sin embargo, podemos tomar en cuenta las declaraciones del año pasado, pero aún vigentes, del director del Instituto Mexicano de Otología y Neurotología, Gonzalo Corvera, quien menciona que “se trata de un problema sub-apreciado por la gente, [pues] esta situación impacta en la estima y productividad de los menores y adultos que padecen este problema a cualquier escala”.

A esto podemos agregar que la comunicación puede verse mermada, la mayor parte de las veces por parte de la persona que si habla y/o escucha, y esto limita y aísla innecesariamente a las personas con déficit auditivo.

Esto es resultado directo de una serie de mitos y tabúes que persisten a pesar de la insistente educación sobre la diversidad humana. Entre ellos existen algunos sobre las personas con déficits sensoriales que van alejándonos de la posibilidad de comunicarnos más allá de las posibilidades reales de cada interlocutor, como por ejemplo el pensamiento de que “no nos va a entender”, que “es muy difícil comunicarse sin hablar” cuando en realidad la comunicación es 70% no verbal aproximadamente, entre otras.

Cuando traducimos esto al área de la sexualidad, podemos encontrarnos con dificultades de adaptación, discriminación y marginación que llevan a distorsiones al momento de intercambiar puntos de vista en cuanto al tema de por sí difícil por la carga cultural que lleva. Esto aunado a la idea de que las personas con discapacidad “no tienen sexualidad”.

A esto puede sumarse la ausencia de explicaciones claras acerca del funcionamiento del cuerpo debido a las limitaciones en cuanto a vocabulario o contenido que sea de apoyo especial para estas situaciones, y que además la lengua de señas es muy concisa y dificulta dar explicaciones sobre las cuestiones abstractas como los sentimientos y las sensaciones sexuales que empiezan a desatarse con la llegada de la pubertad.

Con esto podemos ver que las dificultades que nos podemos encontrar son muy parecidas a las que usualmente enfrentamos la mayoría de las personas cuando intentamos saber sobre nuestra sexualidad, pero se le suma la situación de la confusión, desinformación y sobreprotección que puede existir cuando tenemos un déficit sensorial o intelectual.

Respecto a esto, cabe mencionar que a partir de la existencia del internet se han hecho publicaciones de material muy útil para apoyar la educación de la sexualidad en prácticamente todas las situaciones conocidas, aunque faltan muchos detalles por afinar. Sin embargo, las personas siguen buscando respuestas en la pornografía, lo cual lleva a otros límites y confusiones que también es importante retroalimentar y encauzar de acuerdo a cada situación, obviamente sin satanizarla como práctica sexual.