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Descanse en paz, Umberto Eco

El rey ha muerto, viva el rey.

Nota publicada el 20 de febrero de 2016
por Manuel Sánchez

Cualquier estudiante de comunicación habrá escuchado hablar y/o leido sobre Umberto Eco. Autor del Tratado de Semiótica General (1976), fue uno de los filósofos que intentó unir dos corrientes de la misma disciplina, aportando un marco general. En algún momento mencionaba el autor que pretendía nombrar tal documento como “Crítica a la semiótica pura” haciendo alusión al trabajo del filósofo alemán Immanuel Kant. Su tutor le mencionó que, si bien, el documento era genial, tratar de emparejarse con aquel maestro ya era demasiado.

Pero no por más. Umberto Eco no sólo era experto en semiótica, había estudiado arquitectura, lenguas e historia. Una de sus novelas más famosas, llevada al cine en 1986, fue El nombre de la rosa (1980), relato que nos ilustra una abadía benedictina del siglo dieciséis y a Guillermo de Baskerville, un monje que a lo largo de la trama va descubriendo los distintos crímenes que se han cometido en el complejo a partir de sus capacidades deductivas –a los Sherlock Holmes. Una joya de la novela histórica. De ella extraigo una oración que me ha parecido genial desde la primera vez que la leí, haciendo alusión a un tipo de empiristas –en nuestro tiempo actual, los científicos puros– quienes “saben porque hacen, pero no saben por qué saben que saben lo que hacen” (Eco, 1980: 296).

La semiótica es una disciplina que lleva relativamente poco en el mapa. Durante un tiempo se le consideró una moda, y como toda moda, salieron de las rocas representantes insubstanciales. Para bien o para mal, la disciplina se presta para que mucho se hable pero poco se diga. Umberto Eco era uno de los catedráticos eméritos en la Universidad de Bologna, en Italia, una de las tantas escuelas en donde se vio crecer a la disciplina. La particularidad de Umberto Eco es que no sólo era un teórico encerrado en su torre de marfil. Había logrado comunicar ideas a una gran mayoría. Le había dado rostro a una disciplina.

Dentro de la semiótica funcionaba como referente común. De la misma manera que un rey logra conciliar clanes para lograr un crecimiento continuo, la presencia de Umberto Eco y sus ideas lograban un cierto ambiente legal. Aunque poco a poco cada escuela empezaba a tomar su rumbo específico, nadie podía oponerse a la evidente presencia del rey.

El problema es que ahora que el escritor ha muerto, le siguen los procesos que le siguen a todo artista en ese tipo de transformación: la re-evaluación de su obra, la reconstrucción de ideas, la crítica. En los momentos en donde el rey dejaba el trono, eran en los que se dejaba ver la inestabilidad, si existía, de un reino unido por agujas.

El pasado viernes 19 de febrero del 2016 la familia del doctor Umberto Eco confirmó que el escritor había muerto a los 84 años a causa de cáncer en su casa en Milan.

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