Ser policía en los tiempos de hoy, estos ya llenos de riesgos y adversidades, no es la mejor decisión que un joven pueda tomar.
Aún y a pesar de su vocación, de su perfil y de aquel sueño de niño de convertirse en guardián del orden y la legalidad.
Y es que de aquel lado del mostrador, allá donde se administra el poder y los recursos públicos, la vida de un policía no vale lo suficiente. Cuando menos no lo suficiente para contar con la seguridad social que demanda su riesgosa labor.
O no me diga que le parecen suficientes los 300 mil pesos que considera la póliza de seguro de vida, para los agentes de la Dirección de Seguridad Publica Municipal?
Le parece adecuado que un empleado administrativo de base sindical, cuente con un seguro de vida que triplica el monto que “ampara” a los policías?
Qué bien por los burócratas, que mal por los agentes preventivos.
Y qué mensaje se manda entonces a los policías y sus familiares?
Pues arriésgate menos que no vale la pena exponer la vida de esa manera. Y siendo sinceros no lo vale.
Mil veces mejor un policía vivo y que no se arriesgue, a un policía muerto en el cumplimiento de su deber y un cheque por 300 mil pesos en la mano de su familia.
Si que tenemos muchas deudas pendientes con quienes velan por nuestra seguridad.
Le comento ahora de nuestro carnaval. De nuestro llevado, traído y vapuleado carnaval que luego de 13 años
regresó a la avenida Ruiz.
Como se esperaba, la decisión de regresar la zona de festejos al primer cuadro de la ciudad motivó reacciones a favor y en contra.
Cosa que no me resulta extraño. Si algo nos distingue a los ensenadenses es que ponemos por delante los intereses particulares a los de las mayorías.
Que me vaya bien y que los demás se las arreglen como puedan.
Una vieja consigna.
El carnaval es una festividad, que nos guste o no, aporta más beneficios que perjuicios a Ensenada.
Y si son más las cosas buenas que las malas, entonces lo apropiado es trabajar en ese propósito y rodear al festejo de una mejor organización.
Una organización que se sustente en una correcta planeación y no en las ocurrencias del alcalde en turno.
Una organización que privilegie la festividad y los intereses de las mayorías.
Y que considere, por su puesto, la zona centro de la ciudad como su área de festejos.
Hacer del nuestro un mejor carnaval, es tarea de todos.