Al final del arroyo: la jungla
Otras historias y una pareja
A un costado de las instalaciones de Pétreos del Pacífico se encuentra un
estrecho pasillo que fue realizando por los mismos indigentes. El camino
lleva a la desembocadura del arroyo y luego hacia el mar.
Para llegar a él se deben pasar varios metros en donde se observa el agua
que sale del túnel y un inmenso plantío de hierba. Ellos le llaman La
Jungla.
Rosario león, se queda a dormir en La Jungla, entre las ramas y los
árboles.
Él fue deportado del estado de Arizona, tras ser capturado hace un año en
una redada por el departamento de inmigración. “Estamos yongueando”, dijo,
porque así denominan a los lugares donde se instalan: yongos.
También levanta botes para vender, junto con su compañero originario de
Oaxaca, Germán, quien fue deportado hace cuatro años de Colorado. En esa mañana
de viernes, se dirigían al parque de la colonia Obrera donde ofrecen comida a
los indigentes.
Metros adelante, a centímetros del arroyo, se encuentra apostada una
pareja, Enrique y Cecilia. Ellos narraron que tienen 2 meses en el lugar, y
para subsistir, se dedican a vender flores que ellos mismos diseñan con
material de palma que toman del mismo lugar.
Esa mañana desayunaban un pescado seco en una parrilla improvisada,
entre moscas e insectos, con sus mascotas, dos canes, el Oso y el Palomo. Ocasionalmente
ardillas que pasan por el cauce del arroyo reciben restos de tortillas.
Ambos habitan en una casa de tres lonas y madera clavada, arropada por
cobijas y mantas, en una zona de alto riesgo por los escasos metros que los que
los separan del mar. Pero ellos, lo hicieron su hogar.