A propósito de una manifestación solitaria de Armando Reyes en la Ciudad de México, la semana pasada le planteamos: El hecho de que un diputado local se manifieste en el DF con una manta, afuera de una dependencia federal, a usted ¿le da gusto, le da risa o le da lastima? La opinión pública está dividida.
La tercera parte de nuestros usuarios (34 %) dice que les da gusto y esto no es extraño, pues las consecuencias de las políticas públicas aplicadas a más de dos mil kilómetros de distancia, este año se han sentido peor que nunca. Exigir medidas que sean parte de la solución y no parte del problema, siempre será una tarea digna de aplaudir.
El 28 por ciento de los participantes nos dice que le da risa y es que el cuadro no es para menos: una manifestación de una sola persona colgando una manta afuera de las oficinas de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, en una ciudad de 20 millones de habitantes, es un acto tan carente de importancia que bien puede parecerse a una broma… una muy insulsa, por cierto.
El resto de los participantes (38 %) señalan que les da lástima y aunque sobre esto puede haber muchas aristas, quizá la más evidente es el despilfarro de lo que debería ser un valioso recurso del pueblo bajacaliforniano: el tiempo de un legislador desperdiciado en un acto tan poco significativo que solo nos confirma de que esta hecho Armando Reyes.
Su historia es simple: organizador de manifestaciones que paso a vivir de la política, primero, al rentarle la franquicia conocida como Partido del Trabajo a un patrocinador millonario; después como piedra en el zapato para el Ayuntamiento de Pelayo obedeciendo órdenes de Castro Trenti, mismo que le entregó una diputación local al incluirlo como parte de una fórmula encabezada en Ensenada por Gilberto Hirata.
Y ahora con una muy inusual relación con el PAN y su Gobernador.
Lo único peor que todo lo anterior es que esta historia va a continuar.