A propósito de un nuevo proyecto del Gobierno Federal, la semana pasada le planteamos: Desde su punto de vista, ¿sería conveniente la instalación de un complejo turístico (con casinos como atractivo principal) en Baja California? Dos de cada tres rechazan esto. Gracias a todos por expresar su opinión.
El anuncio se hizo a miles de kilómetros de aquí, pero el impacto fue instantáneo. La Directora de Juegos y Sorteos de la Secretaría de Gobernación Marcela González Salas dijo que estudian como opción para este proyecto la riviera maya, Acapulco o Baja California.
La funcionaria federal especificó que la finalidad es que los casinos se concentren en un punto específico y dejen de operar en los núcleos urbanos, pero al parecer esto quedó asentado con letras pequeñas, porque la reacción inmediata fue de rechazo tanto del gobernador como del presidente municipal ensenadense.
Si el desarrollo de este proyecto implica en realidad desaparecer los casinos del perímetro urbano, a donde cualquier ciudadano mayor de edad puede acudir con solo emplear unos minutos de traslado, es probable que la opinión de los detractores cambie, pues no es lo mismo tener esos establecimientos a varios kilómetros de distancia que a la vuelta de la esquina.
Desde el centro del país la Secretaría de Gobernación lo expone como una forma de poner orden: todo concentrado en un espacio y orientado al turismo, en coordinación con las autoridades locales, que al menos de este lado, dicen que de eso ni hablar.
Es claro que el debate llegó a un punto donde los argumentos son respecto a como hacer que los casinos funcionen, cuando el punto medular es si estos deben seguir operando y si realmente representan una derrama económica por parte del turismo (como pretenden que lo veamos) o una fuga del dinero local a los bolsillos de dos o tres concesionarios (como realmente es).
Nuestro columnista Jose Luis Fernandez siempre nos recuerda en su artículo semanal: “Quien no conoce y comprende su pasado, no aprecia su presente y no vislumbra el futuro”, así que ahí van dos datos históricos. El primer presidente que vio en el casino un atractivo turístico fue Porfirio Diaz en 1907; el primer presidente que cerró casinos y los convirtió en escuelas fue Lázaro Cárdenas treinta años después. ¿Qué historia estamos por repetir?