El poder de las personas interconectadas hizo que un hecho detectado en Tijuana, generara un repudio instantáneo y generalizado para uno de los sectores más importantes de la industria restaurantera.

Aunque no hay estadística clara que muestre el impacto en ventas, los estacionamientos de restaurantes chinos lucen vacíos, aún en fines de semana que es cuando tradicionalmente registran la mayor afluencia.

Como todo fenómeno social existe una tendencia a la estabilización, sin embargo la pregunta que queda en el aire es si todos los actuales negocios van a poder sobrevivir para contarla.

En su esquema de negocio, de las múltiples variables con las que pueden jugar, los establecimientos de comida china se han concentrado en contar con un producto abundante y económico, lo que les permite hacer frente al resto de la oferta gastronómica.

El hecho de no haber trabajado en el posicionamiento de sus marcas hizo que ante la crisis, los consumidores no hicieran diferenciación alguna: si ante el público todos se venden igual es lógico que en sus formas de hacer todos sean iguales.

Lo cierto es que en esta historia están pagando demasiados justos por un pequeño grupo de pecadores, sin embargo, es algo que otros empresarios deben analizar detenidamente, pues aunque en esta ocasión fue la comida china, en el futuro podrían ser los mariscos, el pollo, las pizzas o hasta la cocina de autor.

Como segmento gastronómico, los restauranteros chinos deben plantearse de inmediato alguna estrategia para acelerar el proceso que permitirá sanar esta herida y comparar este costo, contra lo que están dejando de ganar en esta crisis de opinión.

Otros segmentos deben analizar lo que sucedería si un hecho similar se diera en su área, pues como quedó demostrado, el juicio popular representa una amenaza latente contra la que deben vacunarse en salud, quizás después resulte demasiado tarde.