El 47 por ciento de los participantes mencionó que el servicio sigue igual, lo que significa que las anteriores deficiencias, las que motivaron la inversión de 155 millones de pesos para activar el llamado flujo inverso, siguen exactamente igual: tandeos irregulares y mal comunicados que mantienen a la población con la permanente duda sobre la forma en que deberán organizar sus actividades diarias.

Para el 49 por ciento de los participantes el servicio de la CESPE es peor a partir de los anuncios del llamado flujo inverso. Absurdo, pero ¿que podíamos esperar?

El problema del agua es evidente. El hecho de que el abasto tenga que pasar por un proceso de racionamiento causa una molestia menor, pues lo que realmente es motivo de queja constante es la incapacidad de la institución para mantener algún patrón estable, lo que permitiría definir momentos para organizar todas aquellas tareas cotidianas en que se requiere agua.

Llevar un plan que funcione y comunicarlo con eficiencia no es un problema de recursos. No es una desaladora frenada por las decenas de intereses a su alrededor. No es el agotamiento de los mantos en Valle de Guadalupe. No es la intrusión salina en el acuífero de Maneadero. Todo se reduce a una manifiesta incapacidad de hacer, en una línea de mando que empieza en el Gobernador del Estado, que por más que empeña la palabra, sus funcionarios cada día lo hacen quedar peor.

Es tan sencillo avisar donde y cuando habrá agua. Pero para la CESPE y el Gobierno del Estado, les resulta una tarea imposible y eso tiene un nombre: INEPTITUD.