La semana pasada le planteamos: ¿Es ético que los funcionaron que dejaron su cargo para ser candidatos regresen a su puesto después de perder la elección? El 94 por ciento de los participantes nos dice que no. Gracias a todos por participar.
En campaña, es común que por atraer la atención de los electores, aquellos que son candidatos sean capaces de decir cualquier cantidad de cosas en las que no creen o con las que no tienen un compromiso real.
Todos lo hemos visto: despotrican contra el gobierno, contra el sistema, los altos salarios de los funcionarios y lo inútiles que son todos, menos ellos.
Al eliminarse la efímera Ley Antichapulín de Baja California, se permitió que esta antigua práctica de brincar de un cargo regresara con más fuerza. El que hoy está en un lado, mañana en otro bajo la secreta premisa de que vivir fuera del presupuesto es vivir en el error.
Secreta, si, sobre todo secreta, porque de hacer públicas sus ideas reales solo obtendrían los votos de sus parientes.
Finalizó la elección y como en la fiesta de Serrat, regresó la zorra pobre al portal, la zorra rica al rosal y el avaro a las divisas.
Hace años se decía que los candidatos que perdían una elección habían perdido una oportunidad que jamás regresaría. Así fue hasta que hubo otros que por terquedad y habilidad en sus partidos, insistieron hasta conseguir la posibilidad de volver a competir, con lo que demostraron que es posible acumular el posicionamiento de una campaña para la que sigue.
Lo que ahora es cotidiano es que los funcionarios que ostentan un cargo, solo lo dejen temporalmente para competir y en caso de perder, pueden disfrutar todavía de la red de protección del sueldo seguro durante los últimos meses del llamado Año de Hidalgo.
Esta práctica, reprobada por la mayoría, se da en todos los partidos y sin duda podría ser un tema fundamental para legislar en la próxima reforma electoral.