La semana pasada le planteamos: La regidora Columba Domínguez propuso que se intervenga a toda unidad con aspecto de UBER. ¿Está usted de acuerdo? Como ya casi es costumbre, cada vez que este modesto ejercicio toca a un político es necesario que presentemos dos resultados, el antes y el después de la magia.
Si, magia. De eso algunos políticos saben bastante. Si hacen posible que se multipliquen los votos en una elección ¿qué les dura un sondeo como este?
El asunto es que durante los primeros días de esta semana, la tendencia en la opinión fue de una gran mayoría manifestándose en desacuerdo a lo propuesto por la regidora priísta Columba Domínguez, quien por cierto tine nexos con empresas transportistas y que como le informamos, propuso que las autoridades municipales intervinieran a todo aquel vehículo que pareciera un transporte Uber.
De haber sido diputada quizás habría pedido que se les prohibiera comprar gasolina o mejor aún, obligarlos a pagar el 80 por ciento de impuesto... ya sabe usted como son de creativos nuestros representantes populares. Pero su poder como regidora y como presidenta del comité de transporte no da para tanto (pero que no se diga que no hizo la lucha).
El caso es que mientras nuestra comunidad se manifestaba contra la propuesta, en el sondeo y en los comentarios a la nota, la magia priísta llegó para salvar la semana. En cuestión de horas la mitad de los votantes ya estaba a favor de la propuesta. ¿Usted lo cree?
Lo triste es que en estos casos el debate sobre la calidad de las ideas cambia por el debate sobre la calidad de las personas, de los partidos que construyen esas personas y del país que producen los partidos que integran esas personas. Mientras en cada campaña gritan por todos lados que hay un nuevo PRI, bastan unas pocas semanas para que se regrese de nuevo a los grandes clásicos, como el año de Hidalgo.
En todo esto la buena noticia es para las autoridades electorales, pues sus reformas de equidad y género funcionaron: con el ejemplo de la regidora queda claro que no existe diferencia cuando se trata de hacer trampa en la política.