En nuestro sondeo anterior le preguntamos si ante la opción de suspender la organización del carnaval ensenadense usted está de acuerdo. El 46% respondió que si, el 37% expresó que le da igual y sólo el 17% dijo no estar de acuerdo. Gracias a todos por participar.
El tema del carnaval ensenadense es complicado. Por un lado atrae los reflectores del sector turístico y representa una derrama económica importante para la ciudad; por otro, genera las molestias naturales de vialidades cerradas y aglomeraciones en la zona de festejos.
Para la edición de 2017, el ayuntamiento implantó la opción de otorgarlo como una concesión a particulares, para que dejara de representar un gasto a la ciudad e incluso aportara algo de dinero a las arcas municipales.
El experimento simplemente no funcionó y para este año (que debió ser especial por ser el centésimo carnaval ensenadense), el Alcalde repitió la fórmula y además lo hizo totalmente fuera de tiempo, lo que ya parece que es su sello como gobernante: repetir errores y hacerlo tarde.
Es cierto, el municipio enfrenta problemas muy serios y muchos critican que en medio de una tormenta de litigios perdidos, fraudes de administraciones anteriores, ausencia de liquidez en las arcas y otras pesadillas, se tenga que organizar un festejo que se percibe como algo que molesta más de lo que ayuda.
Sin embargo habría que plantear lo siguiente: ¿cuantas ciudades desearían tener esta actividad entre sus tradiciones?
Ya quedó claro que al gobernador y a sus funcionarios de turismo solo les interesa Ensenada en función de lo que pueden obtener de las carreras fuera de camino. Ni la Bufadora, ni las playas, ni el primer cuadro ni lo vitivinícola les interesa.
El carnaval ensenadense debería ser motivo de unión para la comunidad, pero eso debe convocarlo un líder que sigue brillando por su ausencia.