En el documento el explorador explica que este pez, es uno de los nativos y endémicos de Baja California conocido en nuestro medio como “gruñón”.

Su nombre científico es el de Leuresthes tenuis. Se trata de un pequeño pez de máximo 15 centímetros de longitud, cuya particularidad en la naturaleza es que es el único que desova en tierra, y uno de los sitios a donde viene hacerlo masivamente es precisamente a las playas arenosas de nuestra Ensenada de Todos Santos.

El desovar fuera del agua es una estrategia evolutiva que les permite a los gruñones evadir a innumerables depredadores, y asegurar así la continuidad de la especie. Deben su nombre a un sonido que las hembras emiten cuando están fuera del agua, producido por la contracción de la vejiga natatoria. Su ruido asemeja a un pequeño gruñido.

Los gruñones desovan durante tres o cuatro días en la arena, justo después de los períodos de marea alta lunar. La temporada de desove se encuentra entre los meses de marzo y agosto, aunque a veces alcanza desde febrero hasta septiembre.

Son miles los peces que arriban a las playas ayudados por las olas más grandes, haciendo una maniobra de desplazamiento parecida a la de los surfistas. Una vez en la arena se desplazan con movimientos ondulatorios similares a los de las serpientes, esto para avanzar y evitar ser arrastrados de nuevo al mar por las olas de resaca. Los peces estarán en terreno “seco” durante algunos segundos y es cuando aprovechan para desovar tanto hembras como los machos. Las hembras se entierra en la arena para depositar los huevecillos (1000 a 3000), y los machos en torno a ella los fecundan. En seguida regresan al mar de nuevo ayudados por los movimientos ondulatorios. La duración de esta “danza reproductiva” dura unos 30 segundos. Se cree que cada pez desova unas cuatro veces por temporada. El promedio de vida de un gruñón es de dos a cuatro años. El porque de este comportamiento reproductivo, único entre los peces, es aún un misterio para la ciencia.

Una especie en peligro

El espectáculo de observar a los cientos y miles de gruñones llegar y desovar a las playas es un espectáculo único en el mundo, el que tenemos a la mano aquí en Ensenada. Sin embargo, si no cuidamos nuestra bahía, tanto esta especie como muchas otras podrían desaparecer debido a la irresponsabilidad de no saber cuidar y conservar nuestro entorno natural. Es un hecho que cada año son menos los gruñones que desovan en Ensenada debido a que nuestras playas no están protegidas ni cuidadas.

El rellenar las playas, permitir el acceso a vehículos y caballos y el modificar el contorno costero, son actividades que poco a poco han ido desplazando a los gruñones. Y no se trata de impedir el desarrollo, sólo que hay que planearlo y hacerlo de acuerdo a actividades que lo contemplen todo y que no hagan que vayamos perdiendo la riqueza natural que todavía tenemos.

En las costas de California, Estados Unidos, han sabido apreciar y aprovechar la llegada de los gruñones a sus costas, y han hecho varios desarrollos que incluyen el espacio de llegada de los gruñones, de esta manera algunos proyectos y desarrollos turísticos han tenido un valor agregado que les ayuda mucho a captar más visitantes, sobre todo aquellos que aman la naturaleza, los que suelen ser más educados y con un nivel económico más alto, es decir son turistas de buen nivel. Desde luego, si algún día la Ensenada de Todos Santos se llegara a quedar sin gruñones será una bahía más pobre, no solo porque estaríamos acabando con nuestras riquezas naturales, sino porque estaríamos acabando con los valores naturales propios y que podrían atraer un buen turismos sabiéndolos aprovechar.

Hay que prevenir, planear y desarrollar considerando que recibimos nuestra bahía con una herencia natural muy grande. Muchas veces la destruimos porque no la conocemos. Específicamente para cuidar a los gruñones; hay que lograr que se les de oficialmente el estatus de especie protegida; hay que bloquear el acceso a vehículos motorizados a todas nuestras playas (son un peligro no sólo para los peces, sino para muchas otras especies y para los niños); restringir el uso de caballos en las playas; realizar rondines diurnos y nocturnos de cuidado sobre todo en los días de desove; y colocar letreros alusivos a la conservación de las playas y sus especies animales.

Finalmente, así como se organizan grupos para ver a las ballenas, organizar grupos para ir a ver a los gruñones desovando. Es una experiencia inolvidable que sensibilizará hacia el respeto a la naturaleza. Recibimos una bahía con una herencia natural increíble, si no la cuidamos y propugnamos por un desarrollo que lo contemple todo, cada día la estaremos haciendo más pobre, tal como nos estamos volviendo nosotros más pobres, no tanto económicamente (aunque también es el caso), sino espiritualmente, que es peor.