El escándalo del diputado panista recuerda los excesos del gobernador Xico Leyva. ¿Finalmente se convirtió el PAN en el PRI de los ochentas? Un apabullante 86 por ciento de quienes participaron opina que si.

No es para menos.

Ensenada vivió el voto dividido por primera vez en las elecciones de 1983, cuando David Ojeda se alzó con el triunfo abanderado por el incipiente Partido Socialista de los Trabajadores.

En las calles, la consigna popular era: Xico si, Swain no, en referencia a los candidatos tricolores a la gubernatura del estado y a la presidencia municipal, respectivamente.

En el 86 poco pudo hacer Alfredo González Corral (PRI) contra Ernesto Rufo (PAN), cuando nadie podría anticipar el fenómeno de la Ruffomanía, que tomo por sorpresa a todo el país tres años después.

Para el Partido Revolucionario Institucional, la década de los ochentas fue para ir de mal en peor: competidores a la alza y prestigio a la baja.

En que se parecen:

Hace 25 años el PAN esgrimía la alternancia y el PRI la continuidad.

Panistas llamaban dinosaurios a los eternos protagonistas tricolores de boletas electorales; todólogos a los funcionarios que lo mismo despachaban en Recaudación, Seguridad Pública, Catastro o en el DIF.

La gente decía “el problema del PRI no es la ideología… es la gente. Por uno que vale la pena hay cien que nomás están ahí para ver que sacan”.

En las internas, la terminología priísta incluía conceptos como padrones rasurados y candidatos oficiales.

La cereza en el pastel tricolor fue todo lo que se supo de Xico Leyva, siendo gobernador y después, cuando lo mandaron a Washington.

El tristemente célebre caso del diputado panista, presidente del congreso, se asoma como lo que pudiera ser la punta del iceberg. Revise la lista de precandidatos y notará que así, panistas-panistas, no son todos los que están.

Lo curioso es que, ante tanta práctica importada de la peor época priísta, la posibilidad de que avance todo eso de la interna a la constitucional es altísima. De ahí a las posiciones de minoría solo hay un paso. Los delegados con derecho a voto deberán asumir la responsabilidad y sopesar si les ofrecieron lo suficiente, tanto que valga adelantar la época de sequía que llega con todo ciclo que termina.