Del 6 al 12 de septiembre le planteamos en Ensenada Net… ¿Ha sentido usted que circulan más dólares (en moneda o billetes de baja denominación) en las últimas semanas? Uno de cada cuatro participantes en el sondeo afirma que si.
Es uno de los peligro de automedicarse… no tener previstos los efectos secundarios.
El presidente Calderón lo dice cada vez que puede: el enemigo es el crimen organizado en general y el narcotráfico en particular. Millones de mexicanos estamos de acuerdo con él.
En términos médicos sería el equivalente al diagnóstico.
También cada vez que puede, el presidente Calderón nos echa el rollo de la guerra contra el narco, que de nuevo en términos médicos, sería el tratamiento que requiere nuestro enfermo país.
El problema es que no es de lo único que está enfermo.
No hace falta ser analista para darse cuenta de la pobreza extrema, la corrupción, la economía informal, el desempleo, la disparidad en la recaudación fiscal, las altísimas tasas de interés y muchos otros pendientes que tenemos tan solo en la agenda económica.
En el tratamiento contra la enfermedad que ocupa el 90 por ciento del discurso presidencial, Calderón incluyó el control de dólares. De los efectos secundarios solo se puede deducir dos cosas:
Que no pensó en ellos.
Que si pensó, pero no le importan.
El efecto apenas empieza a sentirse en las calles, nos lo señalan los participantes en nuestro sondeo.
Más dólares circulando porque no se pueden depositar es proteína para la economía informal, vitamina para la corrupción y oxígeno para la evasión, sin contar con el beneficio para el sector bancario con la creación de miles de nuevas cuentas para manejo de los dólares.
Ojalá que todas las voces que se han sumado en el reclamo alcancen los oídos presidenciales, para que dé marcha atrás antes de que sea demasiado tarde.
Solo una recomendación: vale la pena esperar unos días. En una línea de acción que más pareciera una recomendación de Patch Adams (por aquello de los globos alrededor del enfermo terminal) en Los Pinos la prioridad es gastar los tres mil millones de pesos que costarán las fiestas del bicentenario. ¡Hay que levantarle el ánimo al moribundo!