En mi vida muchos años me han dicho, quienes me conocen y porque me conocen, que no tengo abuela... y hoy en efecto ya no tengo, se murió ayer.
Mi nana, tenía 90 años de vida... una vida productiva y plena, donde la fortaleza, el amor, el respeto, la honradez, la alegría y la fe siempre estuvieron presentes.
Mi abuela tenía un adorable sentido del humor y una conversación inteligente, interesante, plagada de anécdotas, de recuerdos, de emociones y de vivencias que nos trasmitió a todos los que la rodeábamos.
Prudente y valiente, creo que de más, no nos dimos cuenta que una afección cardiaca estaba a punto de robárnosla, pero milagrosamente un marcapasos le salvó la vida hace 14 años.
Entonces todos los nietos empezamos a darle lata y le decíamos que con el marcapasos le habían puesto baterías, sobra decir que el asunto le causaba gracia y no solo eso, sino que respondía que aunque sus refacciones eran difíciles de conseguir por ser modelo antiguo, eran de muy buena calidad, como ella por supuesto.
Mi abuela nació en Sonora, en 1912 en plena Revolución mexicana, uno de sus hermanos mayores Francisco, fue asesinado por los federales en esta revuelta armada, lo sacaron del rancho con engaños y en un cruce de caminos lo asesinaron a balazos.
Era la mas pequeña de una numerosa familia, una familia como la que ella misma crió, con 10 hijos, uno muerto a los cuatro años de edad y el resto, adultos productivos; hombres y mujeres.
Mi nana era una mujer con una fe y una fortaleza inquebrantable. Sabía, yo no se como, y el resto de mis tíos y primos tampoco, las fechas de cumpleaños de todos nosotros y ese día nos llamaba por teléfono cuando ya no podía por su salud deteriorada irnos a visitar.
Siempre tenía las manos y la mente ocupadas: bien tejiendo una colcha, un vestidito, una chambrita o en la máquina de coser, lo mismo un vestido para una de las nietas, que una blusa para ella o un vestido para una muñeca que luego regalaba.
Era una lectora incansable, muchos libros de política y periodismo que yo no había comprado ella me los prestaba, sin embargo hace unos dos años el parkinson causado por su edad la obligó a no poder leer mas, no podía sostener con firmeza los libros y su mano estaba lastimada luego de una caída que le causó una fractura.
Mi abuela era bastante terca, mientras todos le decíamos que se cuidara, se portara bien y no hiciera desarreglos, ella para no perder la costumbre nos ignoraba y seguía con sus cosas, debía sentirse muy mal o muy cansada para optar por la cama.
Tenía la cualidad de hacerte sentir importante, valiente y bueno. Le gustaba vivir, le gustaba reir y bromear, no le temía a la muerte, de hecho hacía bromas al respecto.
Cuando le pusieron el primer marcapasos y su salud se agravó nos aclaró a todos que no se podía morir hasta que se muriera Fidel Velásquez, era una broma privada y cuando murió Don Fidel, nos aclaró a todos que no, que ella no se moriría hasta que el PRI dejara de ser el partido en el poder, a fin de cuentas siempre fue panista, creo que desde los años 50.
Cuando ganó Fox la presidencia, le llamé por teléfono y le dije, Nana, ganó el PAN, ahora que pretexto vas a poner y me respondió sencillamente, pues mira hasta que Fidel Castro se muera o lo saquen de Cuba.
No cumplió.
Este domingo, la muerte la alcanzó en el desayuno. Un infarto fulminante, rápido, sentada a la mesa, sin ruido y sin aspavientos.
A partir de hoy mi abuela, la única que tenía, ya no estará cerca para darme recetas, contarme historias, leerle chistes o solaparme averías así que se convierte en cierto lo que desde hace mucho aseguraban: No tengo abuela.