En teoría, el cabildo y las cámaras son espacios creados para que representantes populares tomen acuerdos con base en el sentir de sus representados. Lo dicho… es la teoría.

En la práctica, regidores, diputados y senadores hacen lo que dicta la directiva del partido que los colocó en esa posición y así, la matemática legislativa es de lo más simple: suman unos, restan otros y no falta el que se abstiene.

Aun antes de que una decisión pase por estos cuerpos, se presume el resultado de acuerdo al origen de la propuesta. Se da por sentado el resultado de acuerdo a los votos a favor y en contra.

A falta de capacidad para lograr acuerdos (demasiado pedir para algunas mentes demasiado pequeñas), seguir las líneas en busca de la gobernabilidad es apenas aceptable.

En el inicio del XX Ayuntamiento sobresalieron los desacuerdos al interior del PRI, que estrena su regreso al poder con la exhibición pública y notoria de conflictos que deberían haber resuelto en casa, en lugar de ventilarlos en los titulares de todos los espacios noticiosos.

Esta puede ser una nueva oportunidad para Acción Nacional simplemente con seguir una de las reglas básicas de la política: “cuando tu enemigo esté en medio de una guerra ¡no lo distraigas!”

Si el PRI desgasta esta nueva oportunidad en pugnas internas, quienes más lo lamentarán tarde o temprano son aquellos que ahora pelean: desde la trinchera dando la cara o tras bambalinas, moviendo los hilos de sus títeres.