Del 29 de agosto al 4 de septiembre le planteamos: Después de lo ocurrido en el casino de Monterrey... ¿Reducirá usted su asistencia a lugares cerrados? El 59 por ciento nos dice que si. Gracias a todos por participar.
Sobre lo sucedido en Monterrey se han manifestado todos… desde el Presidente de la República en televisión nacional hasta quienes simplemente comparten sus opiniones en alrededor de una mesa de café.
En Baja California, el gobernador del estado mostró su maestría en el oficio de transferir culpas, al pedir a los alcaldes que nieguen la instalación de casinos.
Así lo dijo: “Mi solicitud es que no se autoricen mas casinos eso empobrece a la gente crea adicciones, la gente va y deja ahí el sustento de la familia”.
Petición válida, pero al hacerlo en la ventanilla equivocada, sólo le agrega una cortina de humo al problema real.
Instalar un casino requiere la intervención directa de la Secretaría de Gobernación Federal, donde su excolaborador Francisco Blake Mora despacha de titular. Pudo habérselo pedido a él.
Para atacar el problema más a fondo no vendría mal un cambio en la legislación y para esto Osuna tiene algunos contactos tanto en la cámara de diputados como en la de senadores. Pudo habérselo pedido a ellos.
Incluso, en un ejercicio de apertura total, recordar que su compañero de partido Santiago Creel gestionó lo necesario para que hoy el juego sea legal, gracias a esa habilidad con la que la naturaleza dotó a los políticos mexicanos para hacer compatible la constitución con todo lo que prohíbe.
El gobernador prefirió lanzar la bola caliente a los alcaldes que a lo sumo, tienen ingerencia en el uso de suelo donde se encuentra un inmueble.
¿Pero si el ataque hubiera sido en un cine, una discoteca o una escuela?
Cierto, hay mucho que debatir sobre la proliferación de los casinos, pero concentrarse en ese punto nos aleja de un debate más elemental y cotidiano, el serio rezago en materia de protección civil.