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Los pelos de la mula y los papás

Nota publicada el 16 de junio de 2003
por Elizabeth Vargas

Hace un año y un mes mi papá dejó de pertenecer a este mundo.

La muerte no estaba en sus proyectos, pero como el mismo decía nadie tiene la vida comprada y era cierto, o si la tuvo alguna vez se le terminó el contrato.

Puedo escribir en estos términos respecto a él, porque la parsimonia excesiva no era una de sus características y si un humor negro subido, derivado del encuentro cercano con la humanidad en los andares del periodismo.

Mi papá fue huérfano de madre, la perdió cuando apenas tenía 11 meses de nacido, su infancia, la pasó con sus hermanas, con mi tío Enrique y su papá Don Ángel Vargas, que alguna vez fue el Vigía del Puerto.

Fue un niñito pobre, que si bien pocas veces tuvo regalos navideños o un pastel siendo pequeño, tuvo a cambio el mar y sus playas para explorar, creo que aprendió a caminar y nadar al mismo tiempo.

La escuela primaria la llevó hasta el cuarto grado, no había con que solventar los estudios y entonces empezó a trabajar como mandadero, como ayudante de lo que fuese y al mismo tiempo leer lo que caía en sus manos primero sin mucha guía, luego con el apoyo y estímulo de otras personas que descubrieron en el una buena hierba.

Se sumergió ya adolescente entre linotipos y talleres de un periódico el Diario de Ensenada que iniciaba operaciones en la ciudad y probó por primera vez el olor de la tinta y el papel un olor que la mayoría detesta, pero para los periodistas es un agradable perfume, no se porque.

En el Diario de Ensenada y luego en El Mexicano tuvo a quien él reconocía como su maestro, Don Miguel Lanz quien con paciencia le mostró que leer, como leer y enseguida como algo natural, como escribir una noticia.

Algo debió detectar Don Miguel en su forma de mirar el mundo y la característica de un impresionante olfato periodístico, una cualidad que pocos tienen aun cuando ejercen este trabajo.

Conoció a mi mamá en una funeraria, cuando en plan de reportero policiaco investigaba un suicidio, un hecho que había conmocionado a una comunidad pequeña como Ensenada, nosotros nos burlábamos de un sitio tan romántico.

Luego, decía mi madre, se convirtió en su sombra y la conquistó, se casó con ella y nos dieron vida a tres hijos Laura, Francisco y yo.

Mi papá era niñero por naturaleza, un papá adorable diría yo, siempre estaba atento a nosotros, estimulaba nuestro aprendizaje, nuestros juegos.

Los fines de semana o cualquier día entre semana en un rato libre íbamos al campo, asábamos winis, con pan del cristal recién horneado, pasábamos por un trozo de pescado ahumado o sencillamente tomábamos carretera con rumbo a Tijuana para ir a comer.

Nos llevaba a pescar y a ranchos, tenía muchos amigos en el campo y fue así como aprendimos mucho de la historia, la flora y la fauna endémica de nuestro estado, de las actividades productivas, las misiones y los indios nativos, cuando aun en los libros de texto no se incluía la historia de Baja California como ahora.

Era divertido salir con él, siempre aprendíamos algo sin proponérnoslo, nunca supe si la información que nos daba era intencional.

Siempre estaba pendiente de nosotros, era cariñoso, pocas veces muy pocas nos castigaba, con él se podía hablar de todo, tenía la capacidad de sacarnos de la duda y si no creía que podía hacerlo claramente optaba por entregarnos un libro.

En mi casa abundaban los libros pero estaban prohibidas las historietas o las fotonovelas, de esa forma obligaba a que la imaginación trabajara un poco mas y de paso desarrollaba el amor por la lectura.

Con nosotros jóvenes, mi padre fue un amigo, se podía hablar de cualquier cosa, mi mamá opinaba que nos solapaba de mas, sin embargo cuando él recomendaba algo, regularmente le hacíamos caso y cuando no lo hacíamos muy rápido descubríamos que tenía razón.

Mi papá, fue un gran amigo, era un excelente compañero de viaje o de parranda, era un abuelo dulce, alcahuete empedernido que tenía como frase adoptada, Ejerzo con mis nietos la paternidad irresponsable, ese es mi privilegio y en efecto lo hacía, no era raro, ver al papanino con el carro lleno de nietos con rumbo al campo o al mar.

Su ausencia ha sido difícil, especialmente cuando se ocupa un consejo, cuando tienes algo que contar y sabes de antemano que el humor negro, para tratar un asunto triste, el entendimiento de las situaciones políticas o las decisiones mismas de la vida diaria no las puedes compartir con él.

Poco después de su muerte entendí el significado de la palabra desolación especialmente cuando llegaba a su casa y encontraba todo aquello que me lo recordaba, cuando tenía algo que decir y al acercarme al teléfono para decirle que tenía algo que contarle ya no tendría interlocultor, que no habría mas idas a desayunar o tomar una copa y chismear de paso de todo.

Pese a que lo disfruté muchísimo, que fue mi mejor amigo y que compartimos muchas cosas juntos, el tiempo me parece poco.

Sin embargo agradezco a Dios haberlo tenido, haber sido su hija y saber que como yo hay muchos otros hijos en el mundo, que tienen o tuvieron un padre lindo y saben que el suyo como el mío es el mejor papá del mundo.

Feliz Día del Padre.

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