A principios de la década de los 50s, del siglo pasado, había un pequeño cine teatro de nombre RINA, que se encontraba ubicado en la Avenida Obregón entre las calles Tercera y Cuarta, precisamente a un costado donde hoy se encuentran las oficinas de Servicios Rudametkin. Como dato curioso debo de mencionar que el nombre de “Rina” se derivaba de la mezcla de los apellidos de los dos socios propietarios el Sr. Rico y el Sr. Nájera.
Recuerdo que las funciones de matiné de los sábados eran exclusivamente de series de episodios del cine americano, con subtítulos en español. Ahí, semana a semana seguíamos con interés las aventuras de Buck Rogers que había sido hecha allá por 1939.
Después venia otro episodio, ya fuera del Llanero Solitario o Flash Gordon, tal vez las aventuras de Cisco Kid. En fin, fue una época en la que el Cine Rina nos permitía tener un lugar adecuado para pasar la media mañana sabatina. La sala contaba con menos de 100 lugares de capacidad, debe de haber tenido algunos asientos, más mi memoria me hace pensar que en realidad eran largas bancas de madera.
Era carente aire acondicionado. Los mediodías de verano eran una mezcla de baño turco y tortura sofocante. Y de todas formas ahí estábamos. Lleno a capacidad. Se iniciaba la función con una recapitulación del episodio de la semana anterior, seguía a continuación el episodio de esa semana y cuando estaba en lo más emocionante y el héroe o la dama en peligro estaban en virtual derrota y ya por sufrir una muerte segura llegaba el fin del episodio. Más aun, se proyectaban algunas escenas del próximo episodio, lo que nos aseguraba que saldrían del atolladero de alguna forma.
Antes de la proyección del segundo episodio de la matiné había un intermedio adecuado que nos permitía ir al modesto lobby donde había, de venta dulces y golosinas.
Un par de pesos eran suficientes para poder adquirir unas palomitas y algún refresco. Ambos, obviamente, sujetos a compartir entre los más cercanos amigos. Cercanos físicamente no emocionalmente.
Al término de la función sentíamos el contraste de la oscuridad del interior del cine y el sol en todo lo alto, con un encandilamiento que tardaba un par de minutos en permitirnos ver normalmente.
Pienso que debería de haber tenido funciones de cine en forma regular por las tardes, más no estoy seguro de ello.
Recuero alguna vez haber leído en la marquesina la promoción de alguna obra musical en vivo. La presentación de Leo Acosta y su orquesta acompañando a la estrella vedete Gloria Ríos.
No recuerdo cuanto tiempo duro funcionando el Cine teatro RINA. No ´pienso que haya sido por mucho tiempo. En esa época ya estaban los cines Maya y Ensenada, y con el tiempo llegaron el Anza y el México.
El paso del cine Rina fue efímero dirán algunos más habremos aun, unos cuantos que lo recordamos con afecto.