Revisando los archivos históricos sobre Ensenada hemos encontrado muchos eventos muy interesantes que reflejan cabalmente el estado de las cosas, a principios del siglo pasado. En esta breve reseña quiero compartirles alguna información recabada en relación a la concesión federal que se le otorgo al Sr. Federico P. Jaggi el 1 de agosto de 1912 en una reunión celebrada en la oficina del Secretario de Estado y Despacho de Gobernación, donde reunidos también estuvieron los demás interesados en obtener la concesión y que no resultaron favorecidos al final, ya que la oferta del señor Jaggi resulto ser “la más favorable sobre las demás”.

Un extracto de la petición incluye los siguientes considerandos: “Pido y solicito la autorización necesaria y conducente al establecimiento y sostén, dentro de la jurisdicción de la Ensenada de Todos Santos, Baja California, de un sitio de recreo en el que se establecerán hoteles, casas de baños, restaurantes, cantinas, expendios de cigarros, casas de botes, diques, lugares para carreras y peleas de gallos, para exhibiciones atléticas y casinos, debiendo la concesión que me ocupa autorizar el mantenimiento y desarrollo de excursiones en bote de ó para la Bahía de la Ensenada, llevar a efecto regatas, carreras de caballos, pugilato y toda clase de luchas atléticas, exhibiciones y juegos de los permitidos por la ley vigente ó cualquiera ley futura que los permita ó autorice en cualquier territorio sujeto a jurisdicción federal, en los que se admitirán apuestas en la forma y manera que se usen en otros lugares de la República, de los Estados Unidos y de Europa; entendiéndose que todo lo anteriormente señalado quedará sujeto a la más estricta vigilancia de las autoridades locales, con el fin de cuidar del más perfecto cumplimiento del orden público y de las leyes vigentes”

En detalles, solicitaba el señor Jaggi que no hubiera otra concesión similar en la parte norte de la península, que fuera por una duración de 20 años con renovación y que mantenía el derecho de transferir esta concesión a cualquier persona o corporación.

Todo esto a cambio de: construcción de dos edificios escolares, uno para niños y otro para niñas, con un costo no menor de 7 mil quinientos pesos cada uno, se aportaría una suma de 400 pesos mensuales para mantenimiento. Se cederían 5 mil pesos para la Beneficencia Pública local. Se pagarían 120 pesos diarios por concepto de toda clase de contribuciones federales y municipales, durante el período de carreras de caballos, y de 50 pesos diarios cuando no se realizaran carreras. El capital para la inversión está disponible inmediatamente y se estima que se terminara la construcción de los edificios necesarios en un periodo de diez meses.

El 6 de septiembre de 1912 J. Flores Magón Secretario de Gobernación firmó la autorización de la concesión.

Federico P. Jaggi tuvo dificultades infranqueables para obtener la fianza que se le imponía. Debido a que no hubo compañía afianzadora que se animara a otorgarla, debido a las condiciones bélicas de la revolución Mexicana. El Sr, Jaggi procedió a ceder su concesión al sr. Faustino Vega, quien desafortunadamente no pudo lograr vencer el burocratismo y después de cierto tiempo de miles de pesos en gestiones decidió retirarse de este fallido proyecto.

La vida en Ensenada no cambió y siguió con su propio desarrollo. Quizás el viejo dicho que dice “de los males, el mejor; más vale malo por conocido y no bueno por conocer” aplicó en nosotros. Afortunadamente no llegamos s sufrir de la Leyenda Negra de las otras ciudades fronterizas que si apostaron a la explotación de vicio como camino para resolver sus problemas y fincar su futuro.