Imagino que la península de la Baja California como un callejón sin salida. Nos dicen los estudiosos que lo más probable que nuestra península haya sido visitada por el hombre hace más de 10,000 años. Viajeros nómadas que venían desplazándose de norte a sur. En California se han encontrado rastros de presencia humana de hace unos 13 mil años. En nuestra península se han encontrado evidencias de la presencia del hombre en diversas partes y con diferentes antigüedades. El fechamiento de las pinturas rupestres de San Borjitas, en la Sierra de Guadalupe en nuestro hermano estado de Baja California Sur, es de 7,500 años, mientras que en un par de sitios, uno de ellos en Isla de cedros, se han encontrado puntas de lanza de las llamadas “Clovis” que fueron utilizadas para la cacería de “grandes mamíferos” del tipo mamuts que, según los científicos, se extinguieron hace unos 10,000 años.

Aun hoy en día, al viajar por la península en su gran extensión, encontramos una apacible soledad. La constante es la ausencia de centros de población. Aun en estos días de modernidad y alta tecnología, no se ha logrado superarla barrera natural que fijo la naturaleza para preservar este jirón de tierra, como queriéndolo guardar para ella misma.

Cuando los primeros europeos se aventuraron a cruzar el mar de Cortez o Golfo de California vestidos con armaduras y sotanas, encontraron a los auténticos dueños de esta desolada tierra. Vieron que los “salvajes” carecían de todo. No tenían telas con que vestirse. Se cubrían escasamente sus cuerpos, más para protegerse del desolado invierno con algunas pieles de los animales que cazaban. Cuando el animal cazado era un borrego cimarrón hacían de su lana unas blusas y faldas que las mujeres usaban. Estos nativos bajacalifornianos, nuestros primeros pobladores, casi desaparecieron víctimas de la conquista. Derrotados más que por las armas, por la viruela, por la sífilis, por los castigos de “entendimiento” todo en el nombre del rey y de dios.

Nuestras comunidades nativas no son sitios de “turismo” ni “aparadores de curiosidad” son centros de población que merecen nuestro respeto y nuestra admiración. Son pobres, humildes y con muchas necesidades sociales porque siguen siendo víctimas de la conquista. Nosotros somos igual que aquellos intrusos de espada y cruz, seres que se creían, como nosotros, superiores en inteligencia y en saber. Kumiai, Pai Pai, Kiliwua, Cucapá; nuestros hermanos mayores. Lo queramos o no. Es la verdad y deberíamos mostrar nuestra solidaridad y apoyo y mirarlos frente a frente.