Para comprender el presente, hay que conocer y aceptar el pasado. Quien no mira atrás difícilmente entenderá el presente. Y no podrá construir su futuro.
La telegrafía sin hilos fue una gran herramienta para la comunicación a inicios del siglo pasado. En México, el Presidente Porfirio Díaz recibía más de 200 telegramas diarios y posteriormente se utilizó para difundir la constitución de 1917 a todos los rincones de la patria, incluyendo Baja California.
Entre Poldhu, punto situado en el extremo Sudoeste de la costa inglesa, cerca del cabo Lizardo y la isla de Terranova, Marconi hizo probó la telegrafía sin hilos a través del Océano Atlántico.
En la estación de partida se izaron veinte mástiles de 70 metros de altura, y se centuplico la energía necesaria para el funcionamiento de los aparatos. En Terranova estación de llegada, un gigantesco papalote fue el encargado de recoger a 135 metros de altura, las ondas eléctricas muy atenuadas por la enorme distancia.
A la hora convenida las seis de la tarde en el meridiano de Greenwich, dos días seguidos el 11 y 12 de diciembre de 1901, la estación de Poldhu telegrafió cierto número de veces, con intervalos diferentes y variaban entre dos y treinta dos transmisiones por minutos LA LETRA ¨S¨ que en el alfabeto Morse está representada por tres puntos y corresponde a tres golpes breves en el manipulador. Este resultado fue transmitido por cable a los reyes de Inglaterra y de Italia, y al gobierno de los Estados Unidos.
Igualmente, Marconi hizo anunciar que la transmisión de despachos por medio del telégrafo sin hilos, limitada hasta hoy a una distancia de 300 kilómetros (Cabo Lizardo a la Isla de Wight) podía ser lograda en todas distancias y por tanto el problema de la telegrafía transatlántica sin hilos estaba resuelto.
Las experiencias de Marconi han dado lugar a numerosos comentarios, y a vivas discusiones. Una compañía anglo americana que explota un cable submarino, ha contribuido a esos comentarios con el pretexto de que atenta a los derechos de comunicación contratados. Los americanos y los ingleses creen tener todos los derechos de comunicación tratando de evitar el progreso con nuevos inventos, si ello no son beneficiados con ganancias económicas.