Mi primer contacto con las abejas fue a través de un señor que vendía miel en Hong Kong y que tenía una barba llena de abejas, fue una experiencia muy desagradable en mi infancia que se clavó profundamente en mi memoria. Fue hasta muchos años después, con la bella historia de la película, Bee Movie que me pude quitar esa mala imagen. Sin embargo, gracias a Enrique Fuentes, amigo, fotógrafo y al mismo tiempo apicultor, que pude conocer un poco más a estos maravillosos insectos.
De hecho, el pasado 20 de mayo fue el Día Mundial de las Abejas, una propuesta de la República de Eslovenia, apoyada por la Federación Internacional de Asociaciones de Apicultores y la FAO, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas desde 2017. Este es un llamado de atención sobre el papel esencial que desempeñan las abejas y otros polinizadores para mantener sanas a las personas y al planeta. Existe peligro de extinción a nivel mundial por las prácticas agrícolas intensivas, el uso de productos fitosanitarios peligrosos para los polinizadores, la invasión de otras especies exóticas, plagas y enfermedades, el cambio climático o la pérdida de biodiversidad entre otras. Es una oportunidad para que gobiernos, organizaciones, la sociedad civil y los ciudadanos interesados en cualquier lugar promuevan acciones que protejan y ayuden a los polinizadores y sus hábitats, incrementen su abundancia y diversidad, y apoyen el desarrollo sostenible de la apicultura.
El Día Mundial de las Abejas, refleja una crisis innegable en la sostenibilidad alimentaria a escala mundial por lo que cada uno de nosotros debemos de sumarnos a esta causa. Por ejemplo, en nuestro estado los apicultores se han organizado y su esfuerzo ha dado resultados positivos, “el año pasado se produjeron más de 60 toneladas de miel con calidad de exportación” me comenta con entusiasmo, Enrique Fuentes.