Desde hace muchos años el paciente sabe y conoce de sus males. Lleva tanto tiempo padeciéndolos que se ha vuelto indiferente ante nuevas propuestas de alivio.
Por eso ante el médico que se le pone enfrente y le dice lo que otros ya le dijeron , ni se inmuta.
Se trata de un paciente enfermo, pero además incrédulo y desconfiado. Y ante la falta de incredulidad y pérdida de confianza, pocos medicamentos sanan.
Así nuestro municipio y así los ensenadenses.
Un municipio enfermo de problemas, de rezagos y retrocesos, y unos ensenadenses que ya no creen en las mismas técnicas de curación ni en medicinas milagrosas.
Por eso los gobernantes en tránsito de asumir sus mandatos, estatal y municipal, tienen la imperiosa obligación de ya no decirle al enfermo lo que tiene, sino meterlo a hospitalización. Sanarlo, pues.
Decirnos que Ensenada enfrenta graves rezagos en materia de infraestructura, no sirve de nada, porque ya lo sabemos.
Recordarnos que los servicios públicos están en crisis, no reduce nuestros malestares.
Argumentar que la inseguridad pública es un flagelo social, es nada si en las calles no se nota.
Que las finanzas públicas colapsaron, pues si. ¿Y luego?
El paciente sabe desde hace rato cuáles son sus dolencias, entonces venir a repetirlas de nada sirve. Terminará por empeorar.
Los ensenadenses reclaman ver en los hechos los beneficios de la medicación, reclaman sentirse bien, reclaman recuperar el ánimo y la confianza.
Los futuros gobernantes tienen, entonces, esa complicada chamba en sus maletines y en sus tratamientos de cura. Y si que resulta una complicada tarea.
Porque desde rato, buen rato, el enfermo ya sabe lo tiene.