La celebración de la navidad siempre ha sido parte de la identidad de los cristianos en todo el mundo y en nosotros los mexicanos, no es la excepción, pero año con año se han ido perdiendo las costumbres sencillas, cada día se vuelven más estresante estas fiestas, la competencia por los regalos de marca, las compras de último momento, las prisas, los baches, el tráfico desordenado y finalmente, la competencia de los aparatos electrónicos: celulares y videojuegos que acaparan la atención individual, cambiando la convivencia colectiva por la individual. En la cena de navidad se pierde la conectividad entre los comensales. No importa las condiciones sociales y económicas de las familias se ha perdido la convivencia.
Con un copiar y pegar de una manera impersonal mandamos felicitaciones a todos nuestros contactos de Facebook, WhatsApp, twitter, Instagram, etc., perdiendo el contacto personal y cariñoso que se tenía inclusive ahora que las llamadas son económicas y por tiempo indefinido, podemos conversar con amigos y familiares pero no lo hacemos.
Hermosos recuerdos de nuestra infancia en esta parte de nuestra vida: disfrutábamos las posadas, cantábamos villancicos, pedíamos posada con nuestras velitas, unos dentro de la casa otros afuera yendo de puerta en puerta hasta lograr ser admitidos, ofreciendo: buñuelos, tamales, chocolate, champurrado piñatas y dulces, felices convivencias, los adultos explicando el significado de la ceremonia desde las piñatas hasta las pastorelas y nacimientos.
La noche de Navidad en los hogares cristianos siempre fue mística de sanas alegrías esperando la misa de gallo que era a medianoche, con sus rituales en un tiempo en latín posteriormente en español y ahora a las 20 horas con hermosos cantos navideños y recordando el nacimiento del niño Dios, esperar la cena de navidad no deseando tanto lo sofisticado de la cena sino el amor compartido entre todos los familiares y amigos no importaba marcas en comida y bebidas, era un auténtico convivio con cariño sin celulares.
En la noche de navidad niños y adultos éramos igual de importantes y cada uno de nosotros tenía su responsabilidad desde acomodar los platos, vasos, cubiertos, (no proliferaban los desechables) hacer la ceremonia de acostar al niño Dios, y darle gracias a Dios por el año que está a punto de terminar dormirnos temprano para esperar los regalos no influenciados por la mercadotecnia sino por el amor de padres a hijos.
Estamos a punto de perder hasta las costumbres de Santo Claus, San Nicolás, los Reyes Magos, el rezo devoto, la ceremonia de las posadas, la luz amarillenta de la velas, las galletas y la sencillez de la cena, ahora queremos cenas sofisticados, manteles, vajillas y se trata de competir no de disfrutar.
Dios quiera que comprendamos que la sencillez es la felicidad, la convivencia sin celulares esta noche y no usarlos durante la cena. Lo que nos une como familia es conversar viéndonos a los ojos.
Feliz Navidad a todos... retomemos la identidad familiar.