Si municipalizarse era su reclamo, pues ya lo lograron. Municipio son, como querían. Libres, autónomos, sin yugos ni olvidos.
San Quintín municipio!
Se oye bonito! Se lee bonito!
Que emoción! Que jubiló!
Y luego? Que sigue?
A poco ya con la bendición del Congreso de hacer de San Quintín el sexto municipio, se resuelven todos los problemas de aquella sureña región?
Si es así, que bien! Felicidades!
Nos habíamos tardado!
Pero no. Lo cierto es que la realidad va más allá que todas las manifestaciones de regocijo que ayer se recogieron por montones.
Lo que le espera a San Quintín, ahora envuelto en la túnica de municipio, es una cascada de predicamentos.
Sobrevivir para empezar a partir del 2024.
Para entonces deberán disponer de un aparato burocrático que solvente las acciones de gobierno y, lo principal, de un plan municipal de desarrollo que corresponda al reclamo de los habitantes de aquella región de la entidad.
Asimismo deberán valerse por si mismos con lo que tienen y que, dicen, les basta para estar mejor.
Deberán demostrarse y demostrarnos que tenían razón, que lo de ellos no fue capricho ni berrinche.
¿Y que de la unidad?
Qué pasará con la unidad que hoy arropa a los promotores de la municipalización de San Quintin?
¿Se acabará esta, me refiero a la unidad, cuando afloren las aspiraciones políticas y las ansias de poder?
¿Irán todos en grupo, así bien unidos y pletóricos de enjundia, en un solo proyecto electoral en las elecciones del 2024?
Lo bueno entonces está por venir. Decirles “si” como municipio resultó mero trámite. Formulismo nada más.
Ojalá que el hijo que se fue reclamando independencia, no toque la puerta arrepentido en los primeros apremios que le sofoquen.
Ojalá que no.