Quizás las relaciones sexuales o la sexualidad misma no sean temas que se estén atendiendo activamente por algunas personas en estos momentos de crisis, en lo que para otras fungen como un distractor, un paliativo para la ansiedad, el estrés, el miedo y todas las emociones que por ahora son más comunes. Para otras, puede que sea un momento de autodescubrimiento importante o de reencuentro con la pareja con la que se vive en automático desde hace un tiempo indefinido.
Las posibilidades son tantas que por ello me permitiré abordar el tema desde varias vertientes durante la contingencia sanitaria, pues aunque todas las personas tenemos sexualidad, no la ejercemos igual y aun cuando nos surgen curiosidades respecto a ella a partir de la pandemia, no lo hacemos desde el mismo ángulo o contexto.
Empecemos por recordar que independientemente de si tenemos pareja o no, o de si vivimos con ella o no, la sexualidad es una serie de elementos que forman una de las más grandes columnas de nuestra identidad al incluir nuestro género y sus elementos, la preferencia sexo-genérica que descubrimos durante el desarrollo, nuestro ejercicio del maternaje o paternaje (tener hijos/as no es la única forma), la diversidad de formas que le damos a nuestro erotismo y a la manera de amar que nuestra historia va construyendo, así como nuestras expectativas sobre cómo deberíamos ser amados/as y nos gustaría que se nos demuestre. De esta manera, nuestra sexualidad nace, se desarrolla y muere con nosotros independientemente de nuestras circunstancias.
Suponiendo que nuestras situaciones muy particulares lo permiten (estado anímico, laboral, financiero, familiar, de tiempo disponible, etc.), la exploración de nuestra sexualidad puede comenzar con nuestra imaginación por medio de la creación de una fantasía sexual nueva, reinventando la forma de nuestras fantasías, prácticas de autoestimulación, etc. Le daré mayor amplitud a estos temas en la segunda parte de esta serie de notas.
Respecto a las prácticas directamente coitales, hay quien se pregunta si el Covid-19 es una enfermedad sexualmente transmisible, a lo cual la respuesta es TECNICAMENTE NO, pues se transmite por medio de las secreciones respiratorias, no de las sexuales. A esto viene la pregunta: ¿Es recomendable tener relaciones sexuales durante la pandemia? Depende.
Si compartes casa con tu pareja, lo más probable es que si uno de los dos lo tiene y aún está en incubación, el otro se va a contagiar con o sin sexo de por medio, especialmente si la vivienda es pequeña o las medidas de limpieza o distancia se relajan en casa. Ahora, se sabe que las secreciones de riesgo son la saliva, los mocos y las heces.
Supongamos que tenemos una relación sexual segura y protegida (es decir, consensuada y con condón) con la pareja con quien compartimos casa, pero de lejitos como aparece en el corona-sutra (que desde luego es producto de una noticia falsa y su presencia en este artículo, una broma). Es un tanto improbable que, aun tomando estas medidas, no compartamos en la habitación, entre otras secreciones, los vapores jadeantes y orgásmicos de nuestra respiración, mismos que bañan las superficies y telas cercanas durante la relación sexual, así como los cuerpos (aunque se pongan la mascarilla que cubre todo el rostro). Suponiendo que no nos besamos, lamemos, mordemos, chupamos para evitar el contagio (así qué chiste), nos tocamos la cara a cada rato con la mano llena de vapores respiratorios y demás. Aparte, la verdad es que no sé ustedes, pero no me veo limpiando obsesivamente mi casa, echando aerosol desinfectante por todos lados o, en caso de que aplique, cambiando las sábanas exactamente después de terminar una relación sexual que verdaderamente implique placer y libertad porque no me vaya yo a contagiar. ¿Ustedes si?
Siendo así, a menos que haya un glory-hole o una máscara anti-gases de por medio, veo difícil evitar el contagio durante la relación sexual.
Con esto viene el cuestionamiento: ¿Debería visitar a mi pareja sexual que vive en otra casa específicamente para eso? Ya decíamos que compartir la casa es un riesgo inminente. Si no lo hacemos, ¿para qué arriesgarnos? Entiendo que es un sacrificio, pero tenemos muchas herramientas literalmente al alcance de la mano, en nuestro teléfono celular, con las que podemos apoyarnos para mantener una sana distancia y seguir teniendo interacción sexual de manera virtual. Hablaré de eso en otra nota.
No debemos olvidar que otra pandemia presente desde hace casi 40 años es la del VIH. Tampoco ha desaparecido el riesgo de contraer cualquiera de las otras infecciones de transmisión sexual, y por tanto es necesario que midamos nuestro riesgo y aun con la persona que vivimos y prometimos fidelidad (si así fue), usemos condón de considerarlo necesario, y lo consideremos en las compras semanales para que no se nos acaben a los pocos días.
Otra de las posibilidades es concebir un embarazo.
Aunque hayamos estado planeando un embarazo o simplemente no tomando un método anticonceptivo antes de la contingencia sanitaria, es literalmente el peor momento de la historia para quedar embarazada, ya que en este estado bajan las defensas de nuestro cuerpo y eso no es nada recomendable justo ahora. A eso agrega que por muy organizado que sea el sistema de salud, el ir a consulta médica en el sistema de salud pública ya es un riesgo en sí. Ni hablemos de las posibilidades en las salas de expulsión. Por ello, mi recomendación sería que si estábamos planeándolo, retomemos los métodos anticonceptivos hasta que pase la contingencia.
Obviamente que si ya existe un embarazo, hay muchas medidas que tomar para poder conservarlo junto con nuestra salud, y de ellas podrán hablarles sus médicos de forma más específica.