Todos conocemos al personaje que adquiere poderes sobrehumanos cuando devora una lata de espinacas, sin embargo, la historia poco conocida es que su creador Elzie Crisler Segar pudo haber tomado un dato de una publicación científica que por un error de imprenta, adjudicaba una cantidad diez veces mayor de hierro a este vegetal. Exacto… un inocente punto decimal recorrido una posición.
Existen versiones que adjudican la creación del personaje a un pedido especial por parte de los productores de espinacas, que pensaron que podría ser una genial estrategia para desplazar sus productos durante una época de ventas bajas. Por el bien del gremio de los publicistas, ojalá esta historia sea real.
Otros autores hacen referencia a los problemas de anemia padecidos por el pueblo norteamericano durante la gran depresión, motivaron a las autoridades de salud a presentar alternativas vegetales de forma creativa y nada mejor que un marinero que goza de buena salud y gran fuerza gracias a las espinacas.
La realidad expresada por libros como “Comics: An Illustrated History” de 1992 o “American Newspaper Comics: An Encyclopedic Reference Guide” publicado en 2012, señalan que Popeye era un simple personaje secundario en una tira cómica donde Olivia y su hermano Castor eran los protagonistas; las espinacas no eran entonces las portadoras de superpoderes, sino la cabeza de otro personaje llamado Whiffle Hen: frotarla podía dar fuerza, suerte o hasta curar heridas de bala.
Como sucede hoy con el spin off de alguna serie, Popeye pasó de una aparición fugaz a ser el protagonista de su propio espacio gracias a las opiniones del público.
Aunque el error del punto decimal en la cantidad de hierro que poseen las espinacas se corrigió en 1930, cuando Popeye ya tenía un año de apariciones, la idea de las propiedades nutricionales casi mágicas del vegetal quedaron para siempre en las historia del siglo XX… quizás por eso, casi cien años después de la primer aparición, muchos restaurantes ponen el nombre del marinero al omelet de espinacas.
Lejos del debate del uso gastronómico o de los valores nutricionales, el hecho es que no hay repollo, acelga o brócoli que goce del mismo prestigio.
Hoy, establecer la asociación de valores deseados para una marca es una tarea cada vez más compleja, principalmente por la enorme competencia de mensajes y la cada vez más escurridiza atención del público. Algunos dicen que no es una ciencia exacta, pero en realidad de lo que hablamos de una cantidad enormes de variables a considerar para definir a una estrategia decente.
Y por favor, ¡no olvidar el factor creativo!
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