Por alguna circunstancia del destino, toda la vida he tenido no se si buena o mala suerte, para que las más extrañas mascotas lleguen a mi casa, la más rara sin duda fue una araña que vivió en un alhajero varios meses y que se llamaba López Portillo.
No me pregunten de donde se me ocurrió el nombre, pero debo de aclarar que mi araña era mucho mas decente.
Sin embargo, es un pato que llegó a la casa en brazos de mi hija, la mascota que hasta ahora ha sido uno de los personajes inolvidables de la familia.
El pato, era pequeño cuando llegó, quizá era un pato adolescente porque bebé no era, el animal llegó en verano poco antes de que concluyera el ciclo escolar.
Según la versión de mi hija, el animal salió de entre unas ramas cerca del Cebatis y ella lo devolvió a los arbustos, caminó y el pato la siguió, regresó al pato y el pato de nuevo la siguió por lo que optó por tomarlo en sus brazos y con el viajar en micro hasta la casa.
El pato se apropió de inmediato de todo a su alrededor, del perro, de los gatos, de la sala, la mesa, la cocina, el corredor y estaba punto de hacer lo mismo conmigo cuando lo mandé al patio y ahí se quedó.
Era un pato con complejo de perro, sabía que cuando alguien salía había comida asegurada y que con levantar las alas un poco y graznar el comía primero.
La gata que se llamaba Paola, observó desde su arribo al pato y junto con sus gatitos no le perdía huella.
Debe haber pensado “que pollote” y lo seguía con paciencia, Paola era una experta cazadora de palomas y debe haber creído que Don Pato sería tan fácil como las palomas, pero se equivocó.
Un día se avalanzó sobre el pato y recibió suficientes picotazos como para entender que a lo mejor “el pato no estaba tan sabroso como se veía” y lo dejó en paz.
El pato no permitía que nadie extraño se acercara y se apropió del patio trasero al que solo permitía ingresar a los miembros de la familia incluyendo a mi perra Sheila y los gatos siempre y cuando fueran también de la casa.
El pato, comía de todo, le gustaban las galletas de perro los granos y las ramas frescas y reconocía cuando le llamaban, agitaba las alas y esporádicamente daba breves vuelos pero nunca muy lejos.
Estuvo como parte de la familia mas de medio año hasta dos días antes de navidad en que un 22 de diciembre misteriosamente no amaneció.
Lo buscamos por todas partes y esperábamos que regresara pero no lo hizo.
Las teorías mas pesimistas, aunque deliciosas eran Pato a la Naranja o al Horno de alguien a quien no le remordería la conciencia alimentarse, con alguien con quien alguna vez platicó.
Otra mas optimista era que por fin Don Pato, descubrió que no era gato, ni perro ni conejo y sus alas no solo servían para espantar a la Paola, sino para volar, y finalmente decidió usarlas.
Yo hasta ahora me reservo los comentarios, pero me dio gusto saber que el famoso Pato era de la familia de los Gracejos y si se lo tratan de comer, su sabor es bastante desagradable o lo que es lo mismo, el que se lo robó... en el pecado llevó la penitencia.
PD. A que la historia de mi pato es mas entretenida que las campañas políticas.