Criticaban los panistas desde siempre la capacidad camaleónica de los funcionarios emanados del PRI de pasar de un puesto a otro, sin mayor currículum vitae que su amistad, compadrazgo, sociedad o compañero de partido con alguien de arriba.
Criticaban la desvergüenza con que sin mayores antecedentes en un tema, de pronto resultaran eruditos y desde sus oficinas decidieran presupuestos, leyes, despidos y ascensos de quien o quienes ellos quisieran.
Criticaban la irreflexión, la corrupción, las colas pisables y pisadas.
Criticaban las venganzas, la impunidad, la estupidez, las cacerías de brujas y de pasada, se eregían en los únicos posibles salvadores de un pueblo cansado, harto de triquiñuelas, compadrazgos, rezagos y mugre.
Y en efecto, ese pueblo cansado de esta situación, decidió un dia, darles la espalda, cuidar que su voto fuera respetado.
Se decidieron por el cambio, por un Panista, que por fin erradicara todos estos vicios.
12 años después la moraleja de algunos sabios ancianos resultó cierta.
El poder, corrompe.
El poder, ensucia.
El poder aleja la conciencia y los buenos propósitos.
El poder cuando se entrega a quienes no saben, no oyen y no quieren saber ni oir se convierte en un veneno y su sustancia se riega se corre y mancha a quienes creen ahora, saberlo todo.
Réquiem; por los que si saben, si escuchan y si entienden.