Octubre: militares torturaron a una mujer
El caso esta en la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (exclusiva)
El 24 de octubre Ensenada.net publicó una exclusiva, una entrevista con Miriam, una mujer torturada por militares de la II Zona Militar, tras ser detenida ilegalmente acusada de narcotráfico, una imputación de la que siete meses después fue exonerada, pero dejando en ella huellas indelebles del abuso militar que permanece impune hasta ahora.
Esta fue la historia.
Exonerada luego de siete meses de cárcel, acusada de crimen organizado y narcotráfico, Miriam Isaura López Vargas, una madre de familia con tres hijos, aun se despierta en la noche asustada, con la sensación de que la bolsa de plástico que le colocaban en la cabeza le corta el aliento, mientras sus torturadores se burlan del dolor y la siguen agrediendo.
Pero sus pesadillas parten de una realidad que es investigada por la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, donde sus torturadores, soldados de la II Zona y Región Militar son ahora los acusados.
Su caso plagado de irregularidades y mentiras en las cuales la milicia involucró a los medios de comunicación, a los que entregó boletines de prensa donde daban a conocer “uno de sus logros en contra del narcotráfico” que al ser revisado por un Juez simplemente no lograron sustentarlo.
En este existían dos versiones: la que se entregó a los medios donde se aseveraba que ella fue detenida en un retén militar y gritaba que “se había arreglado con los soldados y por eso no la podían detener” y la otra, la real, en poder de sus abogados y confirmada por las autoridades civiles que dieron cuenta de “un levantón” en la zona centro de la ciudad de Ensenada.
La detención
Miriam, fue detenida el 2 de febrero del 2011, en pleno centro de la ciudad de Ensenada, en un acto que para los testigos del hecho fue un secuestro y quedó plasmado minuto a minuto en el C4, donde los avisos de asustados ciudadanos dieron cuenta de lo que ocurría.
Ella no sabía que a partir de ese momento, quedaría durante varios días incomunicada.
Sin embargo los reportes militares, que se dieron exclusivamente a medios nacionales, la ubicaron como detenida en el retén de Loma Dorada en San Quintín.
Pero a Miriam la detuvieron en la Avenida Juárez entre Miramar y Riveroll casi frente a Coppel, en una de las paradas de autobuses mas concurridas de la ciudad y frente a decenas de personas que observaron a un comando de hombres encapuchados y vestidos de civil, que bajaron por la fuerza a una mujer de un vehículo y en el mismo se la llevaron.
Miriam recuerda cada segundo de ese hecho: “Yo venía de desayunar con una amiga y con otras personas que se bajaron en el banco y yo di vuelta. A la mitad de la cuadra se me cerró el paso una camioneta blanca, se bajan dos personas. Uno se pone de cada lado del carro y me golpean la ventana, sin dejar de apuntar… yo traía los vidrios arriba y como es eléctrico se bloqueaba, me decían que le quitara el seguro. Me quedé asustada le quité el seguro y me bajan, me pasan al asiento de atrás, uno se queda conmigo y otro se queda enfrente”.
Los hombres que luego supo que eran militares iban vestidos de civil, uno con pasamontañas sudadera negra y ropa de calle.
“Me voy en el asiento de atrás, uno saca una venda, luego me dicen que agache la cabeza y que cierre los ojos, me ponen la venda, yo traía una sudadera con capuchón y me lo pusieron”
“Yo les preguntaba quienes eran y a donde me llevaban y solo contestaban que me callara, pero yo seguía preguntando, hasta que uno de ellos me puso la pistola en la cabeza y me dijo: te callas o te vuelo la cabeza”.
Luego trajeron a Miriam mucho rato a bordo de la unidad no sabe cuanto, pero fue mucho, mucho tiempo, hasta que finalmente detuvieron las marcha y le dijeron que se bajara y caminara.
“Yo tenía miedo porque tenía los ojos vendados y creía que me iba a caer, pero finalmente me metieron en un lugar (Al parecer fue en la guarnición militar del Ciprés) donde me acostaron en una cama boca abajo, con las manos amarradas durante mucho tiempo hasta que les dije que necesitaba ir al baño”
No querían cerrar la puerta, pero finalmente uno cedió y ella al entrar cerró la puerta con llave para quitarse la venda y saber donde estaba, pero el cuarto no tenía ninguna ventana y los hombres, (aun no sabía que eran soldados) empezaron a tocarle la puerta, mientras ella se negaba a abrir, mientras no le dijeran quienes eran y que querían.
Amenazaron entonces con tumbar la puerta y segundos después al ver que Miriam no cedía, tumbaron la puerta y ella descubrió entonces que quienes estaban en ese lugar eran todos militares.
Cuando la sacaron uno de ellos ordenó que la amarraran, y ella trató de evitarlo. Eran 10 personas que la trataban de atrapar mientras ella intentaba escaparse, hasta que llegó un soldado de baja estatura que le gritó “deja de hacer panchos o te va ir peor”.
Al cuestionar ella porque la tenían en ese sitio solo recibió como respuesta “No te hagas pendeja, tu sabes porque estás aquí”. Acto seguido ordenó que la amarraran.
Una de las marcas de ese momento aun la tiene, es una cortada en la muñeca que le hizo el soldado en medio de amenazas.
“Me agarraron una mano y la otra y les decía, no, suéltenme, tenía la mano hacia acá y como no me quería estar quieta me empezó a cortar y me dijo que me seguiría cortando y empecé a sangrar”.
Luego la vendaron de nuevo, le amarraron las manos y los pies y la volvieron a acostar boca abajo en la cama, pero el corte en la muñeca no dejaba de sangrar.
Tuvieron que llamar a un médico para controlar el sangrado y luego el mismo médico la revisó, la hizo desnudarse, y darse vueltas para revisarla, para momentos después, vendada, sacarla del lugar para llevarla en otra unidad siempre agachada y con el capuchón en la cabeza.
Miriam no sabía a donde la llevaban pero puso atención al tiempo y a los momentos en que el vehículo disminuía la marcha por lo que sabe que la llevaron a Tijuana por la Carretera Escénica, porque pasaron al menos dos casetas.
—Aquí las cosas son muy fáciles, tu cooperas y no te va pasar nada, pero si tu no cooperas y tu no dices lo que queremos saber te va ir mal.
—Yo no se que es lo que quieren saber— les dijo.
—Si sabes, cuéntame los tratos que tienes con militares.
—Yo no tengo tratos con militares.
—Si tienes.
—No yo tengo, yo voy a visitar a mi mamá.
—No tu si tienes tratos con ellos y no quieres negociar.
“Pasamos una casetas y me di cuenta que íbamos pasando una caseta porque bajaban la velocidad y uno me agarraba y me jalaba hacia él, como que me abrazaba para que las cámaras no me captaran, luego pasamos la segunda caseta y llegamos a Tijuana donde me bajaron del carro sin quitarme la venda”.
“Me pasaron a un cuartito y me sentaron en un sillón y cerca escuchaba gritos y groserías le decían a alguien, ¡ya cabrón dinos donde están las armas, donde están las drogas!. Se escuchaba que golpeaban a una persona y luego la dejaron y dijeron: trae al que sigue."
Y seguía ella.
La levantaron del sillón y luego la tumbaron en un colchón que estaba en el piso, le quitaron la sudadera y la dejaron solo con una playera de tirantes.
Tomaron una cobija y la doblaron mientras se la colocaban bajo el busto boca abajo.
“Me empezaron a preguntar ¿los conoces?
—No.
—¿Estás segura?
—Si.
“Entonces agarraron y me ponen un trapo, en la cara y a la hora que respiraba todo lo absorbía hacia adentro y luego le pusieron agua al trapo, me echaron agua, me estaba ahogando y no me podía mover porque tenia a uno de cada lado y otro sujetandome del pecho y me decían: nos vas a decir lo que estamos preguntando y como les decía que no sabía, me ponían de nuevo el trapo en la cara con el agua para que no pudiera respirar”
“Empecé a mover la cabeza y ellos me decían que si les iba decir y les dije que si y me dejaron respirar, pero cuando les dije que no sabía me volvieron a poner el trapo con el agua mucho rato, hasta que empecé a toser y tuvieron que llamar al médico porque me estaba ahogando.
El médico le puso una mascarilla de oxigeno y les dijo que me dejaran porque me iba pasar algo, porque ya estaba muy mojada, pero no le hicieron caso, simplemente respondieron aquí se va quedar.
Luego la pusieron en una silla y la amarraron varias horas para continuar la tortura.
“Me ponen una bolsa en la cabeza de plástico en la cabeza hasta que no podía mas”
En este lapso los torturadores le daban nombres y le preguntaban por ellos y ella contestaba que no los conocía y sin quitarle la bolsa de plástico de la cabeza.
Varias horas después decidieron cambiar el método de nuevo. Miriam fue levantada de la silla y colocada otra vez en el colchón.
“Me siguen echando agua y me empiezan a dar toques en las plantas de los pies, ahí me tuvieron mucho rato”.
Luego la quitaron de ese lugar y la colocaron en el sillón de nuevo, con una venda en los ojos y cubierta con la cobija; sin cambiarse la ropa mojada que tuvo que usar por espacio de tres días, sin que se alcanzara a secar nunca, porque cada día la torturaban sin falta.
El segundo día de su cautiverio, Miriam tuvo por primera vez un encuentro con el Ministerio Público Federal, una mujer (Saida Rafaela) quien observó lo que ocurría con total indiferencia.
“Ella nada más entró se sentó y me dijo: Yo ya se lo que tu hiciste y tu vas a decir lo que ellos te están diciendo, tu no tienes que cambiar ninguna declaración, de todas maneras, va venir una licenciada de oficio, y va decir que no declares nada, que te puedes abstener de declarar. Al final es su trabajo. Pero tu le vas a decir que quieres declarar porque ya lo sé, y me enseñó unas hojas, y me dijo yo aquí tengo la información y lo que tu no me digas los voy a escribir porque yo ya lo se, y si no lo dices, al final de cuentas lo vas a anotar”.
Miriam se sintió muy mal empezó a toser por lo mojada que tenía la ropa, el frío que hacía en el lugar y la desesperanza de ver como la mujer que pensaba que estaba para escuchar su versión, también la había amenazado y la de oficio que estaba por entrar, la ignoraría y no le tomaría nunca una declaración.
Miriam no sabía en ese momento que los cargos que planeaban imputarle podían significarle de 45 a 75 años de prisión, por los delitos de delincuencia organizada, fomento y posesión de drogas con fines de venta.
Luego la llevaron a declarar con la cobija encima, tosiendo, siempre rodeada de militares, ya bajo la amenaza previa del Ministerio Público Federal.
La defensora de oficio se levantó y se fue al baño con la secretaria de la Ministerio Público Federal, que no preguntó nada, solo escribió la declaración que nadie hizo.
La defensora de oficio firmó los papeles a nombre de quien debía defender “porque tenía prisa”.
Pero a Miriam le habían hecho una promesa, una llamada telefónica cuando terminara de declarar luego de tres días incomunicada, y para la que solo le daría el teléfono la Ministerio Público, cuando firmara y firmó.
Un minuto, solo un minuto.
Mientras Miriam estaba detenida en uno de lo cuarteles militares de Baja California, su pareja la buscaba con desesperación, su mujer nunca se había ausentado y temía lo peor.
No sabían de ella en los hospitales, o en tránsito o con las policías. Por la noche fue a casa de la madre de Miriam en Loma de Oro, en una casa a un lado del retén militar y el sitio donde según los militares se había generado la relación con soldados para dejar pasar droga por el retén.
Fue hasta el día 4 de febrero que él supo de ella por la tarde, cuando Miriam llamó por teléfono y un Ministerio Público le informó que estaba acusada de narcotráfico. El empezó a buscar un abogado.
El tercer día Miriam por fin se pudo bañar, y fue precisamente por eso que se dio cuenta del lugar donde estaba.
“Me sacaron me subieron a una azotea y miré una bandera muy grande en el lugar que me tenían; siempre que me bañe yo tenía la puerta abierta del baño cuidada por un militar hombre y una muchacha y el militar no me quitaba la vista de encima”.
Luego de bañarse de nuevo le pusieron las vendas en los ojos y la regresaron al sillón, a un lado de donde ella cree que había un cuarto de televisión porque siempre había soldados entrando y saliendo y se escuchaba además de los gritos de torturados, el sonido de una televisión prendida.
La tortura se repitió hasta que la trasladaron primero a un cuarto mas chico a la entrada del cuartel, en un sitio donde debía caminar por un pasillo en el cual había muchas fotos de militares y luego al centro de detención de arraigados en la ciudad de México.
Aunque fue consignada a la PGR desde el 4 de febrero no la sacaron del cuartel militar sino hasta que fue trasladada a la ciudad de México, el 9 de febrero; siete días después de su detención.
A Miriam cada vez le alargaron el término “para investigación” y finalmente el 9 de febrero la enviaron a la Ciudad de México y al vencerse, la regresaron a Ensenada el 26 de abril para ser internada en la Cárcel Pública Municipal.
El caso asumido por un abogado local permitió que el 2 de septiembre fuera exonerada tras encontrar no solo múltiples inconsistencias en las acusaciones, sino una serie de falsedades y contradicciones derivadas de los militares que la detuvieron sin una orden de aprehensión.
Aunque hoy se encuentra libre las cicatrices emocionales y físicas siguen latentes. Miriam, no puede dormir bien, le aterroriza ver siquiera de lejos un convoy militar o personas armadas.