Las ha consumido sin receta 8 años
La experiencia de una adicta
“He consumido varias marcas, Rivotril (marca comercial del clonazepam), he consumido de las del Seguro, diazepam, darvon, alprazolam, he consumido prácticamente de todas, son varios nombres que no recuerdo”, narra Estefanía (nombre ficticio), una mujer adicta mayor de 20 años.
Sobre su experiencia con medicamentos controlados, tomados sin receta médica por 8 años en lapsos continuos y/o esporádicos, Estefanía reveló que las había conseguido por medio de personas que las tenían recetadas en diferentes instituciones del Sector Salud.
Cada pastilla cuesta alrededor de 25 pesos, pero si se compra por una mayor cantidad el precio no baja, si compras 10 son 250 pesos no hay preferencia al mayoreo.
Para quienes son derechohabientes, las pastillas se las entrega la institución sin costo por lo que comercializarlas se vuelve redituable para ellos, al ser muy cotizadas: “Por ejemplo, cuando las personas que son consumidoras se enteran quien tiene una caja y la quiere vender, se acaba pronto son una venta rápida”.
“Los que venden las pastillas las consiguen en todos lados, unos del hospital, otros del ISSSTE; de varios lugares; pero la mayoría sí son de esas, son pocas las que encuentro de laboratorio” aclara Estefanía.
Algunas veces, muy pocas las encuentras de laboratorio de las que se venden en las farmacias, hay algunas famosas en La Primera farmacias de prestigio que también las venden… pues vaya si al público sin tener permiso de venderlas, hay varias famosas en la zona turística y otros sitios alrededor de ese lugar como callejones y espacios abandonados”.
Detalló que por medio de un conocido supo que en ciertas farmacias de la zona turística las podía obtener sin receta, y ya conociéndola a ella, los trabajadores de los negocios se la seguían vendiendo sin necesidad del intermediario.
“También las he conseguido en barrios como Bella Vista, Loma Linda, Pórticos o en lugares donde se juntan muchos cholos en las esquinas; le preguntas a cualquier cholo y ellos mismos te dicen en dónde o te acompañan para que las puedas comprar”
“Escuché un rumor de que ahí las vendían; pero no sabía exactamente dónde, entonces llegué al lugar al primer malandro que encontré allí, le pregunté que si no sabía quién era el de las pastillas, y él me llevo con el de las pastillas, me lo presentó y me dijo que cuando quisiera regresará.”
Cuestionada sobre las secuelas que han dejado el consumo, confesó:
“Después de que las empecé a tomar me volví muy nerviosa, muy ansiosa (y eso que son ansiolíticos dicen los médicos, ella responde ansiosa) con muchas obsesiones, muy histérica, muy irritante, muy insegura.
Después de eso claro que sí he tenido secuelas, y si, son muy adictivas. Hasta ahorita hasta la fecha, no las puedo dejar por más que he tratado”