Ya interno en los separos policiacos, el detenido pasó a la sala de interrogación en donde se empleaban diversas técnicas de convencimiento para conseguir confesiones.

El entonces comandante de la corporación se apersonó frente al detenido, lo miró por espacio de varios segundos y luego le advirtió:

-Más vale que confieses dónde dejaste la joya y te evitarás problemas-.

El jovenzuelo puso cara de compungido antes de soltar una negativa. Que era inocente de las acusaciones, les dijo una y otra vez.

El jefe policiaco insistió:

-Por última vez, confiesa y evítate problemas-.

Como tan poco logró nada, mandó traer al mejor de sus agentes en eso de lograr confesiones y lo puso a trabajar.

Tras una sesión de cachetadas y otro tipo de técnicas de convencimiento empleadas en aquellos años en los cuerpos policiacos, el detenido aceptó el robo y luego indicó el sitio donde estaba el objeto robado.

Antes de consignarlo, el comandante se paró frente al detenido y le recordó:

-Te dije que te evitaras problemas y, ya ves, hasta cachetadas innecesarias te llevaste-.

Este episodio, verídico, se presta para hacer una analogía con la polémica y hoy extinta Ley del Agua, y con el comportamiento del titular del gobierno del estado.

Desde su nacimiento la referida Ley generó una irritación colectiva pocas veces percibida en la sociedad bajacaliforniana.

No obstante, el jefe del ejecutivo se atrincheró y escudó en argumentaciones que ni a sus propios simpatizantes convencían. Era el tiempo preciso para meter reversa. Que en política y aunque doloroso, es un recurso necesario. Obligado.

Pero no. No lo hizo.

Como aquel mozalbete al que se le recomendó evitarse problemas, el mandatario también se aferró y se aferró. Lejos de aceptar que la Ley del Agua nació muerta, optó por ofertar bondades de la misma que no apaciguaron los ánimos.

Y ni aún así dio marcha atrás.

Vinieron entonces las marchas multitudinarias, los reclamos subidos de tono, las advertencias. Los bajacalifornianos como pocas veces salieron a las calles a plasmar su irritación, su coraje, su fastidio.

Hicieron entonces lo que el agente aquel, bueno para arrancar confesiones.

Y el gobernador terminó por aceptar la muerte de la Ley del Agua, no sin antes llevarse como el jovenzuelo de la joya robada, cachetadas innecesarias.

Revelaciones últimas

Mario Alberto Cabrera Mendoza presume ante propios y extraños ser el hombre más cercano e influyente con el alcalde, Marco Antonio Novelo Osuna. Cabrera, además se presumirlo, ejerce el poder que se le concedió al interior del XXII Ayuntamiento y prueba de ello la renuncia de Rubén Best a la dirección del Instituto de Cultura y Desarrollo Humano.

Best ya no aguantó el hostigamiento de Cabrera y renunció. Novelo guardó silencio y quien guarda silencio avala.

Otros funcionarios también están avisados y advertidos. Después de Novelo, Cabrera.

Las lluvias recientes florecieron los baches en la ciudad y evidenciaron que si de algo se carece en la Dirección de Servicios Públicos, es de dirección. Y sin dirección se entiende entonces la política errática y desordenada para reparar las calles y avenidas.