A raíz de esto se ha desatado la polémica sobre la culpa y la responsabilidad de los hechos que se ha venido recargando por momentos en él pero sobre todo en ella, basándose en argumentos alrededor de su falta de sentido común al enfrentarse violentamente a un hombre mucho más grande y fuerte que ella, haber salido mal librada y además haberse casado con él después de este suceso, coronando todo con publicaciones en diversos medios electrónicos que minimizan la situación y hacen evidente su “síndrome de mujer golpeada”.

En respuesta a esta señalización, mujeres de alrededor del mundo se han unido en la campaña #WhyIStayed o #PorquéMeQuedé, compartiendo sus historias personales de violencia en pareja que dejan entrever que obviamente saben que la situación que viven o vivieron está muy fuera de lo saludable o feliz y ellas lo saben, pero existen otros motivos para continuar en estas relaciones.

“Se quedan por p____jas” dirán algunas personas. Otras hablan de la comodidad del dinero o la manutención total de ellas y sus hijos, de la aparente seguridad que da el estar casadas, de los principios religiosos y otras razones que se quedan cortas cuando conocemos de primera mano la violencia doméstica y el machismo que la refuerza.

Entre las primeras cosas que se pueden encontrar en la historia de una pareja violenta es que esto no comienza así. Por el contrario, el futuro agresor se presenta como alguien encantador según los estándares de la futura víctima. Aclaro esto porque también está el argumento de “no sé qué le vio”. La persona misma no tiene claro esto hasta mucho después si corre con suerte o recibe ayuda.

La violencia jamás empieza desde lo que se puede apreciar en el video. De hecho empieza con lo que muchas personas presumen como muestras de afecto por parte de su pareja: tiempo, palabras bonitas, protección, dulzura, etc.

Esto desde luego se celebra en cualquier relación en todas sus etapas. El detalle es que luego estos detalles se van dando en cantidades extrañas y van siendo a cambio de pequeñas cosas que van haciendo mella en la autoestima de la persona, en su red de apoyo social y en su capacidad de buen juicio sobre lo que está pasando.

De esta manera se va fomentando la dependencia en la pareja, y en muchas ocasiones esto se interpreta como el tener una relación apasionada y nos volvemos capaces de vivir un gran conflicto a cambio de una gran recompensa o un gran placer.

En otros casos, lo que sucede es que la pareja o uno de los miembros vive una situación de aislamiento o desamparo (que puede o no ser provocada por la pareja o por su situación social) que se aúna a la disminución de la autoestima y a la vergüenza de hablar sobre los detalles que ya se están comenzando a notar o que son evidentes incluso para los familiares o amigos cercanos.

Si a esto le agregamos que al vivir una situación así lo que se desea es que termine la violencia y no la relación en sí porque se ama a la pareja, viene un gran dilema porque como amamos, deseamos creer en las promesas y perdones del miembro violento. A eso se suma que en ocasiones la víctima se siente culpable por haberse defendido de lo que “no debía”.

Esto explica, aunque obviamente no justifica, por qué se siguen casando las personas cuando viven situaciones de violencia. Ellas explican que, por ejemplo, sus parejas sentían miedo de perderlas y para darles tranquilidad a ellos decidieron casarse aunque estuvieran muertas de miedo, como una manera de “salvar su relación”.

Esto es algo de lo que podemos encontrar en las historias de #PorQuéMeQuedé y en muchas de las que a diario encontramos muy cerca de nosotros, ya que aunque hay quien no quiere saber, esto es más común y empieza desde etapas más tempranas de la relación cada vez.

Algo que debemos tener en claro para prevenir estas situaciones en nuestras propias vidas es que la clave es tener nuestros recursos muy claros: nuestras capacidades y limitaciones, bienes, familia, trabajo y/o escuela, amigos y actividades que nos hagan sentir bien. No deben irse por completo bajo ninguna circunstancia, pues es precisamente la falta de esto lo que hace más difícil salir de una situación de violencia y nos predispone a caer en ella.